El Escorial bajo cero

Las últimas lluvias del mes de noviembre parece que nos dan un respiro este domingo, y decidimos aprovecharlo para realizar una ruta de enduro por el monte de Abantos y el Valle de Cuelgamuros, partiendo desde el municipio madrileño de San Lorenzo del Escorial. La previsión del tiempo nos indica que no tendremos lluvia, pero sí viento y una temperatura algo más baja que las de los últimos días.

A las 9.00h de la mañana estamos listos para ponernos en marcha. El termómetro marca 2º de temperatura y estamos a poco más de 1.000 metros de altitud; tenemos previsto ascender hasta casi 1.800 metros y rodar por la cara norte de la Sierra de Guadarrama, por lo que nos preparamos para combatir el frío que nos va a acompañar, aunque quizás no lo suficiente confiados en que aún no hemos entrado en pleno invierno.

La sensación de frío desaparece rápidamente, el recorrido comienza con un primer kilómetro de buenos rampones hacia arriba, que en este deporte son lo que más abriga. Empezamos tranquilos, para dar tiempo a nuestros músculos a alcanzar una buena temperatura antes de afrontar la primera y dura subida del día que nos conducirá a coronar el monte de Abantos, del que nos separan 10km desde el origen de la ruta.

Esta primera subida tiene tres tramos bien diferenciados: las zetas, el puerto del Malagón y el ascenso hasta Abantos. Las «zetas» en una senda bien conocida por los bikers madrileños, que conecta el cordel del valle con el área recreativa de los Llanillos, un sendero estrecho encajado en un tupido pinar, con 17 curvas de herradura y tapizado de piedras y raíces. Lo subimos uno tras otro, cada uno a nuestro ritmo, pero sin separarnos mucho, disfrutando del paisaje y del embriagante olor a naturaleza y humedad. Apenas notamos el viento, rodamos protegidos por los árboles, y los 2km de la senda y los 200m de desnivel acumulado mantienen todo nuestro cuerpo caliente.

En la pista de los Llanillos nos reagrupamos, y continuamos rodando juntos hasta alcanzar el asfalto que nos llevará hasta el Malagón, segundo «hito» de nuestro ascenso hacia Abantos. El asfalto y el fuerte desnivel convierten a esta segunda parte de la subida en el menos agradable, aunque inevitable, tramo de la jornada. En el alto del Malagón nos reagrupamos de nuevo, para atacar juntos la última parte de la subida.

Ahora pedaleamos sin el abrigo de los árboles, por lo que ya empieza a notarse el viento y la baja temperatura. Pero seguimos contando con nuestro fiel aliado, el desnivel positivo de esta última parte, que en sus primeros cientos de metros es pista, y en los últimos sendero cuajado de piedras con una pendiente bastante más pronunciada. En algo menos de una hora y media hemos alcanzado la cumbre los primeros, y pocos minutos después, el resto.

En lo alto de Abantos la temperatura es de 4º bajo cero, estamos rodeados de hielo, nieve, fuerte viento y una espesa niebla que no nos permite disfrutar de las magníficas vistas que desde este punto se nos regalan. Hacemos una parada para ponernos las protecciones, intentando, sin éxito, encontrar una zona protegida entre las rocas. Ahora sí que acusamos el frío, aún no acostumbrados a los rigores del invierno. Minutos después, nos dirigimos todos hacia San Juan, excepto un par de unidades del grupo que regresan hacia los coches, uno por avería en el cambio y el otro por la solidaridad y compañerismo que caracteriza a los flowriders.

El resto hemos «atacado» el primer descenso por una senda plagada de piedra suelta, agua y algo de hielo que nos obliga a extremar la precaución. Esta primera y breve bajada nos deposita en el Portillo de Pozos de Nieve, donde el frío se acusa en mayor medida, ya que estamos en la cara norte de la sierra. Evaluada la situación, decidimos cambiar nuestros planes y olvidar nuestro objetivo de rodar hacia San Juan, el refugio de la Naranjera, Peñas Blancas, embalse de la Aceña, embalse del Tobar… volvemos al abrigo de la cara sur.

Pedaleamos hacia los Vascos, una de las trialeras más divertidas de la sierra madrileña, de la que también disfrutaron los dos bikers que se escindieron del grupo en Abantos. Casi tres kilómetro de sendero entre árboles, roto, con buenos pasos de raíces y piedras grandes, varias curvas de herradura muy accidentadas y un buen desnivel. Unos ingredientes que, sumados y en la buena medida en que esta senda los ofrece, nos aportan un nivel de disfrute pocas veces alcanzado. Además el terreno lo encontramos en su grado de humedad justo, ofreciéndonos un «grip» perfecto, sólamente teniendo la precaución de no tocar freno sobre las raíces mojadas.

En pocos minutos y tras algunas paradas para inmortalizar el momento, llegamos al punto de origen de la ruta. Vencemos la tentación de abandonarnos a la cerveza en La Horizontal, y nos dirigimos hacia la Herrería para disfrutar de los senderos que serpentean por el interior del bosque, a los pies de la Silla de Felipe II. La temperatura es mucho más agradable, incluso nos permite despojarnos de algo de ropa por el camino. Un bucle por la zona nos ayuda a alcanzar el número de kilómetros y el tiempo de pedaleo que teníamos previsto, por lo que volvemos hacia los coches para disfrutar de una buena cerveza mientras rememoramos los mejores momentos de la jornada y hacemos planes futuros.

La Hoya de San Blas XL

San Blas, médico y obispo de Sebaste (Armenia) curó, con sólo imponerle las manos, a un niño que no podía respirar porque tenía una espina de pescado atravesada en la garganta, poco antes de que sus enemigos le cortasen el cuello (ironías del destino). Anteriormente a este suceso, el santo tuvo que refugiarse de la persecución de Diocleciano en una cueva del monte Argeo, a la que se acercaban todos los animales enfermos del bosque con la seguridad de ser sanados.

A él, amigo de la naturaleza y la vida retirada, le hubiese agradado la Hoya de San Blas, como se conoce el valle que se forma entre la Cuerda Larga y las laderas orientales de la Pedriza, y por el que corre el arroyo del Mediano en busca del Manzanares. Casualmente, una de las montañas que cierran este valle, precisamente donde ambos macizos se tocan, se llama alto de Matasanos. Y, precisamente, este fue el escenario elegido para nuestra aventura dominical de la pasada semana.

La temperatura ha bajado drásticamente en los últimos días, y cuando llegamos al polideportivo de Soto del Real, punto de encuentro, el termómetro marca 5º. Coincidimos con una numerosa grupeta del Club Madroño, que ha elegido el mismo lugar y hora para comenzar su ruta, que suponemos diferente a la nuestra porque no volvemos a verlos en toda la mañana. Preparamos nuestras monturas y cargamos con nustras protecciones que, aunque no son imprescindibles para esta ruta, si que son aconsejables por algunos pasos técnicos y pedregosos que nos esperan.

En poco más de 10 minutos nos ponemos en marcha los 6 flowriders que íbamos a disfrutar de una de las aventuras con mejores paisajes de toda la sierra madrileña. Conscientes de lo que nos espera, comenzamos a pedalear tranquilos, para que nuestras piernas vayan tomando temperatura y esté preparadas para las dos subidas y las dos bajadas que nos esperan.

La primera subida es de 12km, por pista tendida y sin demasiada complicación, ni física ni mucho menos técnica, para quien esté habituado a realizar algo de ejercicio. Nos dirigimos hacia el noroeste por el camino del Pino hasta llegar al embalse de los Palancares, donde giramos a nuestra derecha para ir a buscar el Cordel del Puerto de la Morcuera. Vamos consumiendo la subida agrupados y  de charleta. El ascenso nos abriga y ya no tenemos nada de frío. Rodamos dentro de un denso pinar que, tras las últimas lluvias, está húmedo y ofrece el típico olor a bosque mojado.

En una hora y media hemos llegado a la fuente de la Parada del Rey, a algo más de 12km de la salida, y hemos acumulado casi 600 metros de desnivel, la mitad de los que tenemos previsto realizar. Estamos a los pies de la Najarra, y abandonamos la subida a la Morcuera tomando el camino del Mostajó, que llanea durante dos kilómetros hasta convertirse en una corta pero divertida trialera que muere en el camino forestal a San Blas. Al inicio de la senda paramos a proteccionarnos, la bajada no es muy exigente, pero ya que hemos cargado con las «protes», mejor llevarlas en las rodillas que en la mochila.

La senda empieza siendo estrecha y a media ladera con algunas piedras y raíces pero bastante rápida. A mitad de camino un par de zetas y después una zona más accidentada y con alguna piedra suelta, que vuelve a convertirse en un sendero limpio hasta que llega a la pista. Nos cruzamos a un grupo de bikers a los que no se ve muy convencidos de por donde van, y que caminan junto a sus bicis en lugar de ir montados sobre ellas. Disfrutamos de las piedras, raíces y zetas, y en un «visto y no visto» estamos sentados quitándonos las protecciones con una sonrisa de oreja a oreja.

Hemos sumado 5km más con el llaneo y el descenso y toca afrontar la segunda subida de la jornada. Este ascenso es más duro que el primero: 6km en los que acumularemos 600m de desnivel, con las rampas más duras en la última parte donde a la fuerte pendiente se une un buen montón de piedras sueltas que tapizan el camino.La última parte de la subida es, sencillamente, espectacular: un sendero estrecho con algunos pasos no ciclables que nos regala unas vistas impresionantes, las cuales compartimos con unas cuantas cabras montesas que nos observan desde la distancia.

La senda nos ha depositado en una pradera, a 1.775m de altitud, rodeados de altísimas montañas y a pocos metros del nacimiento del Mediano. La sensación de calma y tranquilidad que respiramos es indescriptible, y es una de esas muchas razones que compensan sobradamente el sacrificio que en algunas ocasiones exige este deporte. Nos sentamos a descansar, a colocarnos las protecciones para la larga bajada que nos espera, a «re-hidratarnos» y, sobre todo, a disfrutar del lugar, del momento y de la compañía (cabras incluidas).

El descenso tiene cuatro partes bien diferenciadas: una senda trialera de 3km, un tramo de pista plano de poco más de 2,5km, un sendero estrecho y cuajado de zetas de algo más de 1km y un último «pisteo» de 8,5km hasta los coches. La primera senda tiene una parte inicial con zetas muy cerradas y continuas, con algunos pasos donde el valor y la técnica son necesarios a partes iguales. Después un tramo estrecho y rápido a media ladera donde es aconsejable mirar al frente y olvidarse de lo que tienes a tu izquierda, con algunas zetas, ya más separadas que las anteriores. Podéis imaginar nuestra sensación de placer tras recorrer estos 3.000 metros de puro mountain bike, donde se disparan los índices de adrenalina.

El segundo sector es la pista que asciende en un falso llano hacia las buitreras, y que nos sirve para relajarnos y digerir todas las sensaciones anteriores antes de afrontar el siguiente tramo. El tercer sector son las conocidas «Zetas de la Hoya», 1,2km de senda con una docena de curvas cerradas donde se pierden 200m de altura, con una pendiente media negativa de más el 17%. Al final de la senda nos esperaba un grupo de senderistas, que nos observaban y animaban según íbamos llegando.

De la última parte, poco que decir, la senda de la Abutarda, una pista que acompaña al arroyo del Mediano hasta el embalse de los Palancares, donde tomamos el camino por el que iniciamos la ruta hasta llegar a los coches, haciendo una parada intermedia en la plaza de Soto del Real para disfrutar de un refrigerio bien merecido y comentar y revivir las mejores jugadas de la mañana.

Enduro bajo la lluvia

Podría haber sido un sábado más de octubre, de esos en los que un sol de otoño nos regala una magnífica temperatura y nos permite rodar sin demasiado abrigo. Pero, en este caso, no era así, la lluvia sonaba al otro lado de la ventana e invitaba a quedarse en casa, a refugio del agua, el barro y las posibles caídas. Sin embargo, la pasión por este deporte es mucho más fuerte que la comodidad, y nos empujo a saltar de la cama a la hora prevista para cumplir nuestro compromiso con los pedales.

De camino a Navalafuente la lluvia, aunque suave, es constante, y parece que quiere poner a prueba nuestra voluntad. Una vez en el punto de encuentro, preparamos nuestras monturas y colocamos las protecciones en las mochilas,  conscientes de lo «delicadas» que encontraríamos las piedras de las trialeras por las que teníamos previsto rodar. Lejos de estar desanimados, el musgo sobre las piedras, el agua y el barro de los senderos, aportaría un extra de emoción a nuestra mañana de enduro por la Sierra de la Cabrera.

Comenzamos a pedalear con dirección a Bustarviejo por el Camino de Miraflores primero y el de las Viñas después, ambos pistas bien compactas que aunque húmedas absorben bien el agua y no tienen ni barro ni excesivos charcos. La lluvia cada vez es menor y apenas nos mojamos. Subimos a ritmo de calentamiento, sin prisas pero sin pausas y con la típica charleta que ameniza los ascensos y nos provoca las habituales risas, siempre presentes en nuestras rutas. En un «visto y no visto» hemos pasado las ruinas de Los Barracones, y unos metros más adelante tomamos la primera de las trialeras.

El descenso no tiene ni mucha longitud, ni mucha pendiente, ni dificultad alguna, pero es una senda entretenida, con algunos surcos, losas y piedras que nos permiten «juguetear» hasta llegar a la carretera, junto al puente del ferrocarril, cerca del Pornoso. Hacia esta urbanización nos dirigimos, por el camino que discurre paralelo al arroyo de Cargüeña, para atravesarla y continuar al norte hacia la Cañada Real Segoviana.

Nuestro objetivo es el Medio Celemín, desde el que descenderemos por los diferentes senderos y trialeras que justifican nuestra presencia en la zona. Subimos por la cañada, pista ancha y de buen firme, agrupados y sin prisas, acompañados de las cuatro gotas que se resisten a abandonarnos y a las que no prestamos la mínima atención. En poco más de una hora hemos recorrido 15km y ascendido 550m y nos disponemos a colocarnos las protecciones para afrontar la trialera que nos llevará a las proximidades de Valdemanco.

La primera parte de esta trialera nos ofrece grandes y divertidas losas de granito, en las que el agua y el musgo nos obligan a extremar las atención, a afinar la trazada y a olvidar los frenos, que algún susto que otro nos provocan. Disfrutamos mucho con el aliciente de la humedad y no disminuimos la velocidad con la que normalmente bajamos por estos caminos, ventajas de haber rodado en muchas ocasiones por ellos. La segunda parte de la senda está más rota que la primera, y nos regala surcos y piedras sueltas, de esas que amenzan (y algunas veces cumplen) con golpearte el cuadro, los pedales, las tibias o los tobillos.

Como todo lo bueno, se hace breve, y en pocos minutos estamos cerca del cementerio nuevo de Valdemanco, antes del cual nos desviamos hacia el este por un rampón hormigonado que nos lleva hacia el Peñascal de las Malezas. Pedaleamos por una divertida senda, con algunos pasos técnicos, que llanea hacia el collado de la Cabeza. Estamos en una zona que hay que conocer bien para no equivocarte de sendero y llegar a tu destino, que, en nuestro caso, es la trialera del Convento. El terreno está en condiciones óptimas, con la humedad precisa, a excepción de las piedras, que resbalan lo suyo.

Disfrutamos, con precaución por los senderistas y por las zonas mojadas, los dos kilómetros de trialera, muy disfrutona y con algún paso técnico de los de salir del sillín y echarle valor. Con algún susto pero ningún percance concluimos la bajada, que nos deja un magnífico sabor de boca. A estas alturas ya llevamos encima algo de barro, más decorativo que molesto. Estamos cerca de Valdemanco, en la carretera, que cruzamos para seguir rodando en dirección sur hacia Navalafuente.

4 kilómetros de descenso pos senderos y pistas que nos llevan hasta las canteras, acompañados casi todo el camino por el arroyo de Albalá y las cuatro gotas que continúan cayendo. No tenemos la sensación de estar mojados, nuestra ropa cumple su cometido y nos mantiene más o menos secos. Cada vez nos sentimos más satisfechos por no habernos dejado amedrentar por la lluvia.

Unos buenos rampones finales nos conducen hasta la carretera que va de Cabanillas a Bustarviejo, que cruzamos para tomar la última trialera del día hacia los coches. El Balcón de Navalafuente es una senda estrecha de un par de kilómetros con mucho flow, rápida, sin demasiadas complicaciones técnicas pero con pasos picantes, donde llevar una buena velocidad ayuda a salvarlos con éxito. Disfrutamos cada metro de la senda, conscientes de que la ruta toca a su fin y no nos queda más placer que el de las cervezas y las risas con las que concluimos siempre una jornada de MTB.

En menos de tres horas hemos completado los 30km de distancia y los 800m de desnivel acumulado, satisfechos pero con ganas de más (como siempre) y con unas magnificas sensaciones después de haber rodado sobre piedras y bajo la lluvia. Y bien salpicados de barro, tanto nosotros como nuestras monturas, regresamos a casa barruntando sobre nuestra próxima aventura.

Enduro Trip: El Bierzo III

Encaramos la recta final de nuestro viaje, pero todavía nos quedaban buenos momentos por disfrutar, tanto a lomos de nuestras bicis como sentados a la mesa.

Día 3. Sierra del Alba y viaje de vuelta.

El Domingo amanece soleado y, tras despertar a los más perezosos, nos vamos a desayunar a otro de los bares de Toral de Los Vados, con la intención de no molestar al camarero del bar del día anterior antes de las 9 de la mañana, ya que vimos que no le sentaban del todo bien esos “madrugones”. De vuelta a casa para ultimar detalles en la salida que haríamos por la zona, el fresco de primera hora nos termina de desperezar, no sin antes de emprender la segunda jornada de MTB por tierras bercianas, solventar ciertos contratiempos en ruedas y cubiertas en algunas de nuestras máquinas.

La ruta del último día transcurriría por el entorno de Toral de los Vados, por lo que salíamos montados de casa, lo que se agradece bastante especialmente después de la paliza física del día anterior. Teníamos varias opciones en nuestro GPS, algunas facilitadas gentilmente por el Club local Aconjonante BDM http://www.acojonantebdm.com/. Pero tras el duro día anterior, las piernas pedían una ruta no demasiado larga…por lo que optamos por hacer 25 kms rodando por la Sierra del Alba, pasando por Navalín.

La mañana se presentaba fresca, pero soleada, lo que hacía presagiar que en no mucho tiempo íbamos a pasar calor, y así fue. Abandonamos Toral de los Vados cruzando el río Burbia y la carretera que lleva a Penedelo, y sin más contemplaciones iniciamos una fuerte subida de aproximadamente 8 kms. La subida tiene tramos de gran pendiente, lo que unido a su temprana aparición en la ruta y las “piernas de chicle” por el día anterior, hace que el grupo de disgregue y vayamos llegando arriba poco a poco y en grupos de a 2.

Una vez arriba disfrutamos de unas preciosas vistas, desde donde podemos divisar Lago de Carucedo y los montes Gallegos, pues estamos casi en la frontera con Galicia. Tras las fotos de rigor y disfrutar de tan preciosa panorámica, continuamos por una pista cómoda que nos deleita con diversas vistas de la zona, incluso podemos divisar no muy lejos las montañas por las que el día anterior estuvimos sufriendo y disfrutando a partes iguales, pero siempre con mucho flow.

El sol cada vez apretaba más, pero entre risas y a un ritmo alegre, ya con las piernas despiertas después de la subida inicial, nos dirigimos a la primera bajada del día, rápida y pistera, que nos dejará en la carretera LE-157, donde tras un tramo por asfalto, algo que siempre desata algún comentario jocoso sobre nuestras monturas, sus ruedas de tacos y el pisar una superficie tan lisa, nos desviaremos a la altura de una pequeña granja, donde tres perros, a priori imponentes, por suerte no nos hacen ni caso y nos dejan pasar sin problemas.

Desde aquí disfrutaremos de una gran bajada, metidos en una preciosa garganta y rodeados de castaños por todos lados. Alguno conocía este tramo, pero no se quiso desvelar por anticipado, de esta manera, lo que parecía que simplemente iba a ser un paseo pistero, convirtió la ruta en algo con más picante (al menos algo) en donde empiezan a salir las primeras sonrisas.

Disfrutamos de una ensalada de piedras digna de cualquier ruta Flow Riders, que finalmente nos llevaría a enlazar una pista por la ladera de una de las montañas, cuyo sube y baja desembocaría, tras pasar rozando la localidad de Corullón, en Horta. En este punto, nos desviamos y las encinas, chopos y castaños nos acompañan por la Ruta o senda de Peruchín, paralela al río Burbia, encaminándonos de nuevo a Toral de los Vados. En un punto antes de comenzar el descenso hacia nuestra localidad de salida nos encontramos con “La Encina de Peruchin”, una encina de 20,5 metros de altura y 8 metros de base, con más de 500 años de antigüedad, que resultaba imponente a la vista.

Tras una bajada de pista primero y asfalto después entre las diversas viñas de la zona, llegamos a Toral de los Vados listos para tomar un refrigerio, y tras la ducha y preparación de equipajes partir hacia Montes de Valdueza, donde nos esperaban en la “Taberna de Sara” (https://www.facebook.com/pages/La-Cantina-de-Sara/237035349735645)

Montes de Valdueza, o como es más conocido en la zona, San Pedro de Montes, es una localidad rural y tradicional cercana a Ponferrada, que se encuentra en el Valle de Oza y situada por encima de los 1.000 metros de altitud y con unos 30-40 habitantes. Desde donde es imposible no sentir la tranquilidad, la naturaleza y la paz de los montes bercianos, que el día anterior consiguieron sacarnos sudor y satisfacción a partes iguales, y quedarse embobados mirando desde el Parking en el que muere la carretera, las impresionantes vistas.

Sara, la dueña de la taberna, ya nos conoce, pues varios Flow Riders somos habituales en la prueba “101 Kms Peregrinos” celebrada en el puente de Mayo, y no perdemos la oportunidad de ir a degustar sus espectaculares platos, caseros y deliciosos. Además, en esta ocasión y debido a que estaba una gran representación, aprovechamos para dejarle un dorsal de la mencionada prueba firmado y dedicado, tal y como le habíamos prometido 2 años atrás.

Tras dar cuenta de tan deliciosos manjares, un buen plato de huevos con chorizo, patatas, lacón y pimientos, más fruta de postre (unos higos deliciosos por cierto) y cafes para mitigar la modorra habitual a una espectacular comida, nos despedimos de El Bierzo y emprendemos camino de vuelta de un espectacular fin de semana. Investigación sobre el terreno, buen tiempo, preparación de rutas para nuestros socios y clientes, deliciosas comidas típicas de la zona , amigos, bicis y mucho flow, es un buen resumen en una frase para “El Bierzo Enduro Trip by Flow Riders”

¿Próximo destino?…eso es otra historia.

Hoyo de Manzanares

Después de nuestras andanzas por tierras bercianas nos toca volver a la “cruda” realidad de nuestras  montañas madrileñas. Nótense las comillas empleadas, que en el lenguaje escrito sirven, entre otras cosas, para enfatizar el tono irónico en una frase.

Efectivamente, somos conscientes de que vivimos en un país tremendamente diverso y con espectaculares zonas para la práctica de nuestro deporte, pues hemos disfrutado de unas cuantas. Por ello estamos en disposición de afirmar que nuestra Comunidad de Madrid es tremendamente rica en zonas para disfrutar del MTB. Nuestro objetivo es escoger, de entre todas las anteriores, una para satisfacer nuestras ansias de trialeras que no habían sido más que amplificadas en nuestro fin de semana en Ponferrada.

Es el puente del Pilar y muchos efectivos se encuentran de vacaciones, cumpliendo obligaciones familiares, repartidos por la geografía española. Por ello elegimos una zona cercana y con gran picante: Hoyo de Manzanares, el paraíso de las piedras. Nos apuntamos a la ruta dispuestos a dar cada uno lo mejor de sí mismo.   El día, inmejorable; con un sol espléndido y una temperatura óptima para pedalear. Nos tememos, por las fechas que son, que ya quedan pocas jornadas como ésta. “Disfrutémosla a tope entonces”, pensamos todos.

Dicho y hecho.  Comenzamos la ruta, como siempre, desde el Cementerio de Hoyo por la carretera en busca de la pista rota que sube y que nos acelera el pulso por primera vez en la mañana.  No es una subida complicada en sus primeros compases, aunque un poco más adelante, después de pasar una barrera, sí que tiene un par de pasos que hacen apretar nuestras posaderas contra el sillín, imprimir la máxima potencia a nuestras piernas sobre los pedales y elegir la trazada más conveniente en cada caso.  Pasamos el trance con éxito y llegamos al punto de inflexión de pendiente (es decir, que nos toca bajar).  No llevamos protecciones…¡cómo cambia la percepción del riesgo con el tiempo, según vamos adentrándonos cada vez más en el Enduro! Recuerdo que hace no tanto considerábamos las protecciones en esta ruta como obligatorias…

Pasamos por encima de las rocas de este primer descenso a velocidades no muy recomendables y que hacen pensar que demasiado nos duran las bicis para cómo las tratamos…aunque siempre hay algún optimista en el grupo que piensa que para esto están diseñadas, jejeje. Pasamos por la “subida de la losa”, que también tiene un par de pasos “graciosos” arriba del todo y que son sorteados por los miembros del grupo, con mayor o menor “gracia”.

Paramos como es costumbre en el árbol del cruce de caminos para afrontar la subida al mirador, que siempre nos exige lo mejor de nosotros mismos para coronarlo y algunas veces ni con ésas es posible conseguirlo. Pero en esta ocasión, con el entrenamiento planificado que algunos hemos realizado este año y las últimas y tremendamente exigentes subidas de Ponferrada, se nos hace menos dura que otras veces…y llegamos arriba sin hacer un solo pie, manteniendo a la vez las pulsaciones de nuestro corazón en valores “razonables”.  Una sensación comparable a la que sentimos después del descenso de una trialera recorre nuestro cuerpo.

Una vez reagrupados iniciamos la parte final del ascenso con la bici al hombro, durante unos interminables 10 minutos camino de Peñacovacha. Unos pocos cientos de metros más de ascenso pedreril ya encima de las bicis y llegamos al punto más alto de la ruta.  En este punto comienza la segunda trialera del día, en la cual paramos para hacernos fotos que luego vemos una y otra vez para rememorar el disfrute que nos provocan estos momentos.  Somos como niños.

Esta es una ruta sin grandes desniveles, pero que puede ser muy exigente porque tiene muchos kilómetros de sube y baja continuo con rampas duras, que ponen a prueba nuestras piernas; así, llegamos a la tercera trialera del día: la de los bomberos. Apuramos las últimas piedras del día y continuamos “sendereando” cuesta arriba y cuesta abajo hasta llegar a Hoyo,  donde nos tomamos unas merecidas cervezas para celebrar nuestra vuelta a la sierra madrileña.