Las últimas lluvias del mes de noviembre parece que nos dan un respiro este domingo, y decidimos aprovecharlo para realizar una ruta de enduro por el monte de Abantos y el Valle de Cuelgamuros, partiendo desde el municipio madrileño de San Lorenzo del Escorial. La previsión del tiempo nos indica que no tendremos lluvia, pero sí viento y una temperatura algo más baja que las de los últimos días.
A las 9.00h de la mañana estamos listos para ponernos en marcha. El termómetro marca 2º de temperatura y estamos a poco más de 1.000 metros de altitud; tenemos previsto ascender hasta casi 1.800 metros y rodar por la cara norte de la Sierra de Guadarrama, por lo que nos preparamos para combatir el frío que nos va a acompañar, aunque quizás no lo suficiente confiados en que aún no hemos entrado en pleno invierno.
La sensación de frío desaparece rápidamente, el recorrido comienza con un primer kilómetro de buenos rampones hacia arriba, que en este deporte son lo que más abriga. Empezamos tranquilos, para dar tiempo a nuestros músculos a alcanzar una buena temperatura antes de afrontar la primera y dura subida del día que nos conducirá a coronar el monte de Abantos, del que nos separan 10km desde el origen de la ruta.
Esta primera subida tiene tres tramos bien diferenciados: las zetas, el puerto del Malagón y el ascenso hasta Abantos. Las «zetas» en una senda bien conocida por los bikers madrileños, que conecta el cordel del valle con el área recreativa de los Llanillos, un sendero estrecho encajado en un tupido pinar, con 17 curvas de herradura y tapizado de piedras y raíces. Lo subimos uno tras otro, cada uno a nuestro ritmo, pero sin separarnos mucho, disfrutando del paisaje y del embriagante olor a naturaleza y humedad. Apenas notamos el viento, rodamos protegidos por los árboles, y los 2km de la senda y los 200m de desnivel acumulado mantienen todo nuestro cuerpo caliente.
En la pista de los Llanillos nos reagrupamos, y continuamos rodando juntos hasta alcanzar el asfalto que nos llevará hasta el Malagón, segundo «hito» de nuestro ascenso hacia Abantos. El asfalto y el fuerte desnivel convierten a esta segunda parte de la subida en el menos agradable, aunque inevitable, tramo de la jornada. En el alto del Malagón nos reagrupamos de nuevo, para atacar juntos la última parte de la subida.
Ahora pedaleamos sin el abrigo de los árboles, por lo que ya empieza a notarse el viento y la baja temperatura. Pero seguimos contando con nuestro fiel aliado, el desnivel positivo de esta última parte, que en sus primeros cientos de metros es pista, y en los últimos sendero cuajado de piedras con una pendiente bastante más pronunciada. En algo menos de una hora y media hemos alcanzado la cumbre los primeros, y pocos minutos después, el resto.
En lo alto de Abantos la temperatura es de 4º bajo cero, estamos rodeados de hielo, nieve, fuerte viento y una espesa niebla que no nos permite disfrutar de las magníficas vistas que desde este punto se nos regalan. Hacemos una parada para ponernos las protecciones, intentando, sin éxito, encontrar una zona protegida entre las rocas. Ahora sí que acusamos el frío, aún no acostumbrados a los rigores del invierno. Minutos después, nos dirigimos todos hacia San Juan, excepto un par de unidades del grupo que regresan hacia los coches, uno por avería en el cambio y el otro por la solidaridad y compañerismo que caracteriza a los flowriders.
El resto hemos «atacado» el primer descenso por una senda plagada de piedra suelta, agua y algo de hielo que nos obliga a extremar la precaución. Esta primera y breve bajada nos deposita en el Portillo de Pozos de Nieve, donde el frío se acusa en mayor medida, ya que estamos en la cara norte de la sierra. Evaluada la situación, decidimos cambiar nuestros planes y olvidar nuestro objetivo de rodar hacia San Juan, el refugio de la Naranjera, Peñas Blancas, embalse de la Aceña, embalse del Tobar… volvemos al abrigo de la cara sur.
Pedaleamos hacia los Vascos, una de las trialeras más divertidas de la sierra madrileña, de la que también disfrutaron los dos bikers que se escindieron del grupo en Abantos. Casi tres kilómetro de sendero entre árboles, roto, con buenos pasos de raíces y piedras grandes, varias curvas de herradura muy accidentadas y un buen desnivel. Unos ingredientes que, sumados y en la buena medida en que esta senda los ofrece, nos aportan un nivel de disfrute pocas veces alcanzado. Además el terreno lo encontramos en su grado de humedad justo, ofreciéndonos un «grip» perfecto, sólamente teniendo la precaución de no tocar freno sobre las raíces mojadas.
En pocos minutos y tras algunas paradas para inmortalizar el momento, llegamos al punto de origen de la ruta. Vencemos la tentación de abandonarnos a la cerveza en La Horizontal, y nos dirigimos hacia la Herrería para disfrutar de los senderos que serpentean por el interior del bosque, a los pies de la Silla de Felipe II. La temperatura es mucho más agradable, incluso nos permite despojarnos de algo de ropa por el camino. Un bucle por la zona nos ayuda a alcanzar el número de kilómetros y el tiempo de pedaleo que teníamos previsto, por lo que volvemos hacia los coches para disfrutar de una buena cerveza mientras rememoramos los mejores momentos de la jornada y hacemos planes futuros.