Una tarde de viernes en el Pardo

Spot Flow Riders

Sea el día que sea, es fácil encontrar algún Flow Rider dispuesto a salir a dar pedales, y un viernes de invierno con buen clima y un poco de sol puede ser una muy buena opción.Las jornadas reducidas de los viernes, para los que la tengan, brinda la posibilidad de dar un “rule”, siempre que sea pronto y por una zona cercana, ya que todavía las horas de luz condicionan bastante.

Dicho y hecho, tras ponernos en contacto los que estábamos disponibles, manos a la obra y a eso de las 15.45 ya estábamos listos para dar pedales por El Pardo, nuestra zona de entrenamiento “casero” preferida.

La climatología de días anteriores hizo que nos encontrásemos un “grip” perfecto, que hizo las delicias de los Flow Riders presentes en los senderos, mini trialeras, toboganes y cuestas que ofrece El Pardo a los bikers madrileños, muy cerca de la ciudad.

Tras un inicio entre charletas y risas, como siempre, poco a poco nos fuimos perdiendo por el bosque, donde en esta ocasión, no sé si por las horas y el día, o por el frío, prácticamente no nos encontramos a nadie que no fuese algún cuadrúpedo con orejas grandes y pequeño tamaño, vamos liebres de la zona!

Poco a poco iba cayendo la noche, y si bien llevábamos alguna luz “por si las moscas”, no era la idea hacer una semi-nocturna, así que antes de que anocheciese ya estábamos recogiendo y encaminándonos a casa, pues comenzaba el fin de semana, donde las rutas previstas prometían diversión, piedras y mucho FLOW.

Snowbike en Moralzarzal

La semana ha transcurrido con un tiempo que no se presta a practicar nuestro deporte preferido, pero las ganas de subirnos en nuestras monturas nos ciegan ante la realidad. Nos damos cita en el parking de Moralzarzal, para comenzar otra ruta más de nuestro calendario con la mayor de las ilusiones. Hace frío, mucho frío, pero eso no impide que seis de los nuestros se hayan atrevido a afrontar los distintos senderos que nos ofrece el lugar, con el objetivo de siempre: encontrar el Flow!

Salimos desde el parking y nos dirigimos hacia la subida del Cerro del Telégrafo, lo que comienza con una pendiente moderada se convierte en un rampón de aupa de unos cien metros, conocida como la «Cuesta de estanque». Comenzamos como siempre, de charleta y buen rollo, y para nuestra sorpresa, a poco de pisar tierra nos encontramos pedaleando sobre nieve perfectamente ciclable.

snowmora02Encaramos la subida al Cerro del Telégrafo a distintos ritmos pero sin perdernos de vista en ningún momento, la idea no es «hacer cumbre» sino desviarnos llegado el momento. Una vez en  el desvío previsto, y tras colocarnos las protecciones, encaramos la primera bajada conocida como «El Somier», primer punto picante de la ruta. La nieve reinante dificulta aún más la ya de por sí técnica bajada, pero eso no impide para que cada uno de nosotros la ejecute sin percances.

Una vez abajo, cruzamos la M623 y nos dirigimos hacia el Reajo del Roble, pasando por la Vereda del Roblepoyo, trayecto que incluye algún repecho importante. Llega la segunda bajada del día donde seguimos combinando la tierra con la nieve atravesando el cordel de Castilla. A pesar del frío inicial, el día se queda perfecto para montar y proseguimos nuestro camino.

Después, subimos a las antenas de Navacerrada, donde encararemos las bajadas mas divertidas del día. Una vez realizadas, continuamos hacia Collado Mediano, donde realizaremos uno de los tramos mas divertidos del día, saltando de piedra en piedra como niños. Concluido este tramo, y con una sonrisa de oreja a oreja, regresamos a Morarzarzal, viendo que ya se nos acaba lo bueno, pero pensando en la proxima aventura de los flowriders.

Monasterio Bonaval

Hace días que teníamos pendiente contar nuestra aventura por algunos pueblos de la llamada Sierra Pobre, zona que se extiende desde Madrid hasta Teruel, incluyendo Soria y Guadalajara. Pedaleamos por poblaciones que pertenecen a esta última provincia, pero muy próximas a Madrid: Alpedrete de la Sierra, Tortuero, Valdesotos… lugares poco conocidos por los ciclistas, pero con un encanto y unas posibilidades inagotables.

No es la primera vez que rodamos por la ribera oeste del río Jarama. Pequeñas poblaciones de apenas cien habitantes, dedicados a la ganadería, con casas de caliza, pizarra y adobe; senderos estrechos, semiocultos por la maleza, tapizados de pizarra y con múltiples regueros de agua; bosques repletos de alisos, álamos, fresnos y olmos; construcciones abondonadas y medio derrumbadas; escasa presencia humana; subidas y bajadas constantes… ¿existen mejores condiciones para la práctica del enduro?

bonaval02Comenzamos la ruta en Alpedrete de la Sierra, con una temperatura baja pero perfectamente soportable, y nos dirigimos hacia el norte por un sendero estrecho. Recorremos unos pocos metros del GR10, para abandonarlo hacia el norte, por una senda paralela que apenas asoma entre la maleza. Las primeras piedras del día nos dan la bienvenida, en subida, para ir entrando en calor. Poco después volvemos a enlazar con el GR-10 para descender hasta el arroyo de los Guijos, primer vadeo del día.

Tras cruzar el arroyo toca de nuevo subir, por senderos estrechos y pedregosos de los que no te permiten mantener un ritmo constante. La última mitad del ascenso lo realizamos por el cauce del arroyo de la Vega, que nos deja de nuevo junto al GR-10. Bajamos unos metros paralelos a él hasta el arroyo de las Huertas, donde nos espera otro rampón, corto pero de fuerte desnivel. De nuevo, breve bajada hasta el arroyo de la Huelga del Sestil.

A nuestra derecha tenemos una pista que nos facilita el ascenso desde el arroyo hasta la primera trialera de la mañana. Una vez arriba nos «proteccionamos», para afrontar una senda muy disfrutona de algo más de un kilómetro que nos deposita muy cerca de Tortuero, en el puente sobre el arroyo del Olmo. Disfrutamos cada piedra de la bajada, tremendamente divertida, rápida y sin pasos excesivamente complicados.

Reagrupamos sobre el puente y, después, atravesamos Tortuero, entre las pocas casas que lo componen, y lo abandonamos cruzando el arroyo de la Concha para continuar por el GR-10. Una vez más, toca subir.Cumplido el trámite, toca disfrutar de la segunda trialera de la jornada.

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La bajada la realizamos por un sendero estrecho, pedregoso y roto con un buen cortado a nuestra derecha, que nos obliga a extremar las precauciones. Aún así imprimimos buena velocidad a nuestras monturas y disfrutamos de la bajada de apenas un kilómetro de recorrido hasta Valdesotos, pueblo en el que muere el sendero.

Salimos de Valdesotos por la carretera Gu-195, y tras unos metros de asfalto entramos de nuevo en harina por un sendero dirección noreste, de nuevo en subida. Una vez arriba, una buena bajada de algo más de un kilómetro, con algún paso picante, atravesando un tupido bosque hasta el río Jarama.

El cauce del río es generoso, y, a pesar de buscar un paso poco profundo para el vadeo, no podemos evitar refrescarnos los pies. Pocos metros después, llegamos a las ruinas del Monasterio Bonaval. El monasterio, rodeado de álamos, densos encinares y altas crestas pizarrosas, fue antaño templo de monjes cistercienses, y desprende el romanticismo y melancolía que el pasado impregna en estos lugares. A diferencia de la última vez que estuvimos allí, las ruinas están valladas, por el peligro de desplome que existe.

Continuamos por una vereda paralela al río Jarama que sube y baja, durante algo más de seis kilómetros, entre árboles y con algunas piedras de las que disfrutamos. A continuación, unos cientos de metros, por la Gu-195 hasta el arroyo de Palancares. Tras el puente que cruza el arroyo, abandonamos el asfalto, para acompañar al arroyo por su vereda durante un kilómetro más. Abandonamos el margen del arroyo para afrontar dos rampones, separados ambos por unos metros llaneo.

bonaval04Unos cientos de metros de asfalto y nuevo rampón de subida, que nos deposita al inicio de un bajada disfrutona hasta Tortuero. Atravesamos el pueblo para salir por el sur del mismo y entrar en el cañón del arroyo de la Concha. Disfrutamos la bajada por el cañón, que termina en la Gu-1065, por la que rodamos en dura subida durante otros 2 kilómetros hasta el Canal del Alto Jarama.

Por delante nos quedan algo más de 7 kilómetros de pista en un continuo sube y baja, que recorremos buscando con la mirada sendas que nos permitan sustituir este último tramo por algo más exigente y divertido para la próxima ocasión en que disfrutemos de esta ruta. Una vez en Alpedrete de la Sierra, nos deleitamos con una buena opcional, en la que acompañamos las cervezas con unas inmejotrabless croquetas caseras, tan buenas y apetecibles como la jornada de mountain bike de la que hemos disfrutado.

Patones y la Senda del Genaro

Patones de Arriba está declarado con Bien de Interés Cultural, obteniendo de este modo la máxima protección que contempla la Ley de Patrimonio Histórico Español. Pero no sólo cuenta con este importante reconocimiento, también es considerado por los bikers amantes del enduro, como uno de los lugares de Madrid donde se pueden experimentar las mejores sensaciones rodando sobre sus estrechos senderos y sus emocionantes trialeras.

A los flowriders nos apasiona esta modalidad de MTB, y decidimos aprovechar el festivo día de la Constitución para hacer trabajar las suspensiones de nuestras bicis sobre las piedras de Patones. En esta zona existen infinidad de senderos y trialeras y múltiples formas de enlazarlos para conseguir diseñar rutas de todos los niveles, aunque, en general, un buen estado físico y algo de técnica son imprescindibles para disfrutar de esta parte de la sierra madrileña.

Hoy disfrutamos de nueva compañía, por lo que, prudentemente, decidimos hacer algo no muy complicado hasta conocer, con más detalle, el nivel físico y técnico de los riders que se suman a nosotros. Salimos desde Patones de Abajo, llaneando por las sendas paralelas a la M-102 hasta el Pontón de la Oliva durante algo más de 5km. Unos primeros minutos que nos permiten entrar en calor, algo necesario con los 0º que marca el termómetro a estas horas de la mañana. Nos acompaña a nuestra derecha el río Jarama, y a nuestra izquierda el Canal del Lozoya, que se empezó a construir a mediados del siglo XIX y que hoy garantiza el suministro de agua a las más 6 millones de almas que pueblan la provincia de Madrid.

En menos de 30 minutos estamos cruzando el río Lozoya, a escasos metros de la presa del Pontón de la Oliva y dispuesto a afrontar la primera subida del recorrido. 3km en los que ganamos 200m de altura para disfrutar, después, de la primera bajada. Nos «proteccionamos» para disfrutar de los casi dos kilómetros de sendero estrecho y accidentado. En esta época del año suele bajar con algo de agua, lo cual provoca que llegues al final bien decorado por el barro, pero, curiosamente, lo encontramos totalmente seco y con un «grip» perfecto, que nos permite disfrutar cada uno de sus metros.

Lo bueno, pronto se acaba, y como después de casi toda bajada… toca subida. En este caso, suave y breve, de apenas 3km, que nos sirve para dar rienda suelta a nuestra divertida charla. En un «visto y no visto» hemos coronado el cerro junto al Corral de Manuel Ruiz, donde hacemos parada técnica para reparar un pinchazo. Nos cruzamos un par de adolescentes con sus rígidas, a los que luego veríamos penando sobre las piedras. Nos acompaña el sol y la sensación térmica es buena, pero parados notamos el frío, por lo que nos ponemos en marcha en cuanto la avería se solventa.

Ahora nos toca afrontar una de las trialeras más divertidas y excitantes de la zona, aunque algo corta para lo que nos gustaría. 1km con un desnivel del 20% donde no hay más que piedras, y donde no te puedes permitir el lujo de parar aunque te ardan los brazos y las piernas. ¿Dije demasiado corta?… la naturaleza es sabia, y ha dotado a esta bajada de la distancia precisa para llegar con la fuerza justa que nos permita seguir sobre la bici. Alguna «parcelita» comprada sin consecuencias y mucha adrenalina, amén de las risas que provoca ver las diferentes trazadas que realiza cada biker (alguna de lo más curiosa, jeje).

Ahora acompañamos al Lozoya por un sendero paralelo a él, hasta que lo vadeamos, cada uno a su modo: unos sobre la bici, otros mojándose los pies, otros protegiéndolos con unas bolsas… Y una vez al otro lado, toca subir de nuevo. Ahora sí, subida algo más larga e intensa hasta llegar a la senda del Genaro. Son 6km, primero por sendero estrecho y luego por pista, con un par de rampones al final de los que te sacan los colores y el último de ellos de los de «pateo» seguro. El grupo se separa y se estira, reagrupándonos a los pies del Cancho de la Cabeza, para encajar ese par de «banderillas» finales, juntos.

A las 12.30h estamos en la senda del Genaro, dispuestos a disfrutarla en toda su extensión. Dentro de la Red de Sendas Verdes de la Comunidad de Madrid, la Senda del Genaro, con sus 70km de recorrido, se caracteriza por ser la que representa mayor longitud en su trayecto. Está clasificada como Senda de Gran Recorrido (GR-300) por la Federación Española de Montañismo. Su trazado discurre en el entorno que rodea el embalse de El Atazar, el de mayor capacidad dentro de la Comunidad de Madrid. En nuestro caso vamos a recorrer sólo una parte de una de las etapas de su recorrido (El Atazar-Patones de Arriba).

3,5km de senda estrecha y revirada, con algunos pasos pedregosos en su primera parte y muchos más en la última. Un placer rápido y continuo, sólo interrumpido por algunos «sube y baja» y algunas paradas para inmortalizar esos momentos de disfrute que nos ofrece la senda. Después, un callejeo prudente por Patones Arriba y el descenso hacia Patones de Abajo por los escalones, en los que vamos levantando ruedas como colofón a una magnífica mañana de mountain bike. Con unas cervezas en Manolo despedimos la jornada hasta nuestra próxima aventura.

La Barranca desde Manzanares

A los pies de La Maliciosa y la Bola del Mundo se extiende el precioso valle de La Barranca, un bosque de pinos en pleno Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares donde además se pueden ver otras especies como jara, piorno, brezo y gayuba. Las rutas habituales por este valle, tienen su origen en Cercedilla o Navacerrada, las poblaciones más cercanas. En nuestro caso, y con el objetivo de aumentar el número de kilómetros, decidimos iniciar nuestro pedaleo en Manzanares el Real y disfrutar no sólo de una mayor distancia, si no de algunos senderos y trialeras adicionales.

Comenzamos nuestra aventura pedaleando por las calles de Manzanares, que ya cuentan con un buen número de excursionistas dispuestos a disfrutar de la zona y de la buena temperatura de esta mañana de domingo. Nos dirigimos a la Colada de Manzanares al Boalo, donde tiene su entrada y centro de información la conocida zona de La Pedriza. El aparcamiento empieza a estar lleno, y son sólo las 9.25h de la mañana. Senderistas, ciclistas, jinetes y amazonas a lomos de sus caballos dan colorido al escenario, más propio, por lo numeroso, de un centro comercial que del campo.

Pasamos la entrada de la Pedriza y continuamos pedaleando por la pista, en ligero y cómo ascenso, húmeda y con algún charco que otro, pero compacta y perfectamente ciclable. Llevamos un ritmo de calentamiento muy adecuado para afrontar después, sin penurias, la subida hasta el punto más alto de la ruta, a más de 1.600m de altura. 8 kilómetros después de la salida estamos rodeando Matalpino por su norte para tomar la vereda que nos lleva hasta las últimas casas al norte de Vista Real. Desde allí rodamos por una senda entretenida, paralela al arroyo de la Angostura primero y al río Navacerrada después.

Rodamos bastantes kilómetros por sendero, compensando los primeros de pista. Ésta es una ruta donde priman las sendas, veredas y trialeras frente a los caminos forestales, tal y como nos gusta a todos los flowriders. En algo menos de dos horas desde la salida, estamos junto al Hotel La Barranca, unos metros antes de la barrera que impide el paso de los vehículos por el PR-26. Hemos recorrido 17 kilómetros y acumulado casi 600 metros de desnivel positivo (la mitad de los que tenemos previstos). Nos quedan sólo 3,7km de subida, en los que acumularemos 320 metros más. La primera parte por pista, hasta que alcanzamos la senda Ortiz, una de las, en este caso, mejores subidas de la Cuenca Alta del Manzanares.

La senda atraviesa la ladera de Canto Gordo adaptándose a sus caprichos. Al principio cruza el cerrado pinar, aunque más adelante cruza varios calveros del monte permitiendo contemplar el panorama del pie de sierra. Después, el camino vuelve a emboscarse y de esta manera cruza la pequeña garganta que forma en su bajada el arroyo del Chiquillo, en un paraje especialmente agradable. Atravesada esta angostura, el camino se empina un corto tramo y continúa atravesando la ladera hasta que alcanza una amplia bifurcación. Nos desviamos a la derecha y no tardamos en alcanzar una extensa pradera. Aquí se localizaba el Real Sanatorio del Guadarrama. Abandonado en los pasados sesenta se utilizó como escenario de La noche de Walpurgis, película de terror rodada en 1970. Después de aquello, y hasta que fue dinamitado en los ochenta, sirvió a partes iguales como refugio ocasional de excursionistas y punto de encuentro de los noctámbulos serranos.

Tras disfrutar las vistas y sentirnos satisfechos por haber terminado la parte de ascenso de la ruta, toca «proteccionarse», para afrontar las dos trialeras más técnicas de la jornada: «Bambi» y «Miedo». La primera es una senda estrecha, con algunos surcos y raíces, empinada en su primera parte hasta que llega a la pista, donde se suaviza y nos conduce hasta la carretera. Disfrutamos, como siempre, con las irregularidades de la senda y el buen agarre que ofrece el terreno. ¡Qué breves se hacen las buenas bajadas! En lo que nos parece un suspiro estamos en la M-601, por la que rodamos 100 metros antes de abandonarla para atacar la siguiente trialera.

«Miedo» es el nombre de la bajada que ahora toca disfrutar, y, precisamente eso, miedo, es lo que no hay que tener para gestionarla con éxito. 1,2 kilómetros de senda estrecha, cuajada de piedras, raíces y escalones, con unas cuantas curvas de 180º donde se necesita técnica y arrojo a partes iguales para no poner pie a tierra. No es la primera vez que la bajamos, lo cual ayuda en gran medida y cada vez que lo hacemos nos parece más fácil que la anterior, como es lógico. La experiencia, y conocer las trazadas más adecuadas facilitan el trámite.

Un sendero más de bajada, este menos accidentado, nos lleva hasta la pista que nos depositará en La Fonda. Desde allí remontamos unos metros, para dirigirnos hasta el embalse del Chiquillo y después a cerrar el bucle junto al río Navacerrada. Sólo resta regresar, por los mismos senderos y pistas por los que llegamos hasta La Barranca, a excepción de un tramo, después de Matalpino, en las Covachuelas, donde disfrutamos de una breve pero divertida trialera más con algunos pasos picantes.

Son las 13.30h cuando llegamos a los coches, después de 45km y 1.200 metros de desnivel acumulado, con la gran satisfacción de haber disfrutado de una buena ruta. Hemos acumulado algo de barro en nuestras ropas y monturas, del que nos deshacemos en una gasolinera cercana antes de homenajearnos con una buena opcional.