La Barranca desde Manzanares

A los pies de La Maliciosa y la Bola del Mundo se extiende el precioso valle de La Barranca, un bosque de pinos en pleno Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares donde además se pueden ver otras especies como jara, piorno, brezo y gayuba. Las rutas habituales por este valle, tienen su origen en Cercedilla o Navacerrada, las poblaciones más cercanas. En nuestro caso, y con el objetivo de aumentar el número de kilómetros, decidimos iniciar nuestro pedaleo en Manzanares el Real y disfrutar no sólo de una mayor distancia, si no de algunos senderos y trialeras adicionales.

Comenzamos nuestra aventura pedaleando por las calles de Manzanares, que ya cuentan con un buen número de excursionistas dispuestos a disfrutar de la zona y de la buena temperatura de esta mañana de domingo. Nos dirigimos a la Colada de Manzanares al Boalo, donde tiene su entrada y centro de información la conocida zona de La Pedriza. El aparcamiento empieza a estar lleno, y son sólo las 9.25h de la mañana. Senderistas, ciclistas, jinetes y amazonas a lomos de sus caballos dan colorido al escenario, más propio, por lo numeroso, de un centro comercial que del campo.

Pasamos la entrada de la Pedriza y continuamos pedaleando por la pista, en ligero y cómo ascenso, húmeda y con algún charco que otro, pero compacta y perfectamente ciclable. Llevamos un ritmo de calentamiento muy adecuado para afrontar después, sin penurias, la subida hasta el punto más alto de la ruta, a más de 1.600m de altura. 8 kilómetros después de la salida estamos rodeando Matalpino por su norte para tomar la vereda que nos lleva hasta las últimas casas al norte de Vista Real. Desde allí rodamos por una senda entretenida, paralela al arroyo de la Angostura primero y al río Navacerrada después.

Rodamos bastantes kilómetros por sendero, compensando los primeros de pista. Ésta es una ruta donde priman las sendas, veredas y trialeras frente a los caminos forestales, tal y como nos gusta a todos los flowriders. En algo menos de dos horas desde la salida, estamos junto al Hotel La Barranca, unos metros antes de la barrera que impide el paso de los vehículos por el PR-26. Hemos recorrido 17 kilómetros y acumulado casi 600 metros de desnivel positivo (la mitad de los que tenemos previstos). Nos quedan sólo 3,7km de subida, en los que acumularemos 320 metros más. La primera parte por pista, hasta que alcanzamos la senda Ortiz, una de las, en este caso, mejores subidas de la Cuenca Alta del Manzanares.

La senda atraviesa la ladera de Canto Gordo adaptándose a sus caprichos. Al principio cruza el cerrado pinar, aunque más adelante cruza varios calveros del monte permitiendo contemplar el panorama del pie de sierra. Después, el camino vuelve a emboscarse y de esta manera cruza la pequeña garganta que forma en su bajada el arroyo del Chiquillo, en un paraje especialmente agradable. Atravesada esta angostura, el camino se empina un corto tramo y continúa atravesando la ladera hasta que alcanza una amplia bifurcación. Nos desviamos a la derecha y no tardamos en alcanzar una extensa pradera. Aquí se localizaba el Real Sanatorio del Guadarrama. Abandonado en los pasados sesenta se utilizó como escenario de La noche de Walpurgis, película de terror rodada en 1970. Después de aquello, y hasta que fue dinamitado en los ochenta, sirvió a partes iguales como refugio ocasional de excursionistas y punto de encuentro de los noctámbulos serranos.

Tras disfrutar las vistas y sentirnos satisfechos por haber terminado la parte de ascenso de la ruta, toca «proteccionarse», para afrontar las dos trialeras más técnicas de la jornada: «Bambi» y «Miedo». La primera es una senda estrecha, con algunos surcos y raíces, empinada en su primera parte hasta que llega a la pista, donde se suaviza y nos conduce hasta la carretera. Disfrutamos, como siempre, con las irregularidades de la senda y el buen agarre que ofrece el terreno. ¡Qué breves se hacen las buenas bajadas! En lo que nos parece un suspiro estamos en la M-601, por la que rodamos 100 metros antes de abandonarla para atacar la siguiente trialera.

«Miedo» es el nombre de la bajada que ahora toca disfrutar, y, precisamente eso, miedo, es lo que no hay que tener para gestionarla con éxito. 1,2 kilómetros de senda estrecha, cuajada de piedras, raíces y escalones, con unas cuantas curvas de 180º donde se necesita técnica y arrojo a partes iguales para no poner pie a tierra. No es la primera vez que la bajamos, lo cual ayuda en gran medida y cada vez que lo hacemos nos parece más fácil que la anterior, como es lógico. La experiencia, y conocer las trazadas más adecuadas facilitan el trámite.

Un sendero más de bajada, este menos accidentado, nos lleva hasta la pista que nos depositará en La Fonda. Desde allí remontamos unos metros, para dirigirnos hasta el embalse del Chiquillo y después a cerrar el bucle junto al río Navacerrada. Sólo resta regresar, por los mismos senderos y pistas por los que llegamos hasta La Barranca, a excepción de un tramo, después de Matalpino, en las Covachuelas, donde disfrutamos de una breve pero divertida trialera más con algunos pasos picantes.

Son las 13.30h cuando llegamos a los coches, después de 45km y 1.200 metros de desnivel acumulado, con la gran satisfacción de haber disfrutado de una buena ruta. Hemos acumulado algo de barro en nuestras ropas y monturas, del que nos deshacemos en una gasolinera cercana antes de homenajearnos con una buena opcional.