El Camino del Ingeniero

El estío sigue ofreciéndonos altas temperaturas, y nosotros seguimos huyendo de ellas a la hora de elegir el spot donde organizar una buena ruta. Este pasado sábado, volvemos a visitar la cara norte de la Sierra de Guadarrama, en concreto San Rafael, desde donde iniciamos nuestra aventura para, entre otros caminos, rodar la totalidad del Camino del Ingeniero: un idílico sendero de unos 12km de longitud a media ladera que une el arroyo del Boquerón con San Rafael.

A las 9.00h y con 15º de temperatura iniciamos la marcha. Se nota algo de frío, pero es algo que no nos preocupa porque sabemos que los primeros 5km de la ruta, los más duros de la jornada, nos harán entrar en calor rápidamente. Esta primera subida del día nos llevará hasta el Collado del Hornillo, a 1.650m de altitud. El primer tramo del ascenso se realiza por un sendero descarnado, que nos ofrece múltiples surcos, raíces y piedras que sortear. Estas condiciones, unidas a los elevados desniveles de algunas de las rampas que nos vamos encontrando, lo hacen especialmente duro, pero lo disfrutamos mucho, porque son este tipo de subidas técnicas y complicadas las que más nos gustan y vamos buscando.

Tras el primer tramo, afrontamos el segundo, más tendido y por pista ancha de terreno bien firme que nos deposita en el Collado del Hornillo. Normalmente, desde aquí subimos hasta los pies del refugio de la Salamanca, para disfrutar del tramo trialero del GR10 que va hasta el cerro de la Carrasqueta, pero en este caso decidimos disfrutar del sendero que baja hasta el camping de Valle Enmedio, paralelo a la Cañada Real Leonesa. El sendero es muy «disfrutón»: rápido, en algunas zonas accidentado, sin complicaciones técnicas y con bastante flow.

Llegamos a las inmediaciones del camping bien «gozados», después de la buena bajada, y dispuestos a disfrutar de la segunda subida del día, también por senderos pedregosos de los que te exigen fuerza y algo de técnica para superarlos sin penalizar. Primero junto al arroyo del Prado Toril, y después de cruzar la pradera que llaman del «velcro» (por lo difícil que se hace rodar sobre ella) y perder algunos metros de altura, por la senda paralela al arroyo del Chuvieco, que nos ofrece algunos tramos cuajados de raíces que, a pesar del esfuerzo necesario para superarlos, nos sacan de nuevo una sonrisa.

Entre subidas y bajadas y a falta de 15 minutos para las 11.00h, nos encontramos en el Collado de la Gargantilla, también a 1.650m de altitud. Desde el collado, hacia el este se puede llegar al refugio de Cueva Valiente, y hacia el oeste al arroyo del Boquerón, que es hacia donde, en esta ocasión, nos dirigimos. Tenemos por delante 4km de pista prácticamente planos que aprovechamos para nuestra habitual y distendida charla. En todo el tiempo que llevamos rodando no nos hemos cruzado ningún biker, a excepción de un par de ellos que «desperdiciaban» desnivel negativo bajando por la Cañada Real Leonesa.

Cumplido el obligatorio trámite de la pista (estamos pendientes de investigar alguna alternativa más «endurera»), nos desviamos para cruzar el arroyo de la Solanilla y tomar un «single track» a media ladera hasta el arroyo del Boquerón, que vadeamos para hacer el «empujabike» necesario hasta alcanzar el inicio del Ingeniero. Atrochamos apenas 100m entre pinos, pero con un desnivel considerable que hace complicado mantener la verticalidad. En minutos estamos en la deseada senda dispuestos a disfrutarla.

El camino del Ingeniero, que parece ser debe su nombre a los primeros trabajos que se realizaron para la construcción del túnel del Guadarrama, comienza siendo un «single track», muy estrecho y con una importante caída a la izquierda, que te obliga a extremar las precauciones para no rodar ladera abajo. Poco después, se ensancha y, aunque con tendencia a ir perdiendo metros, la senda es un continuo sube y baja, con algunas piedras, raíces y arroyos que lo adornan, flanqueada en todo momento por altísimos pinos y verdes helechos, que convierten la zona en un paraje ideal.

Recorremos los 12 kilómetros de sendero disfrutando cada curva y cada irregularidad del terreno, parando en contadas ocasiones para inmortalizar algunos momentos con nuestra cámara. La tranquilidad de la que se disfruta es indescriptible, y sumada al placer de rodar por un lugar como este, nos proporciona una sensación de bienestar intensa.

Como todos los buenos ratos, también este se hace breve, y lo rematamos con una cerveza en una terraza de San Rafael, que ya a estas horas presenta un bullicio de gente que busca disfrutar del típico aperitivo español a una agradable temperatura.

Estirando piernas por Moralzarzal

Después de la ruta dura por Valsaín del sábado, decidimos afrontar el domingo con algo más de calma y programamos una ruta relajada, sin demasiado desnivel pero con alguna trialera que aportase el picante que siempre buscamos los flowriders. Además, en este caso, contábamos con la compañía de David, un californiano afincado en España desde hace ya 25 años, que quería conocer de cerca nuestro flow y algunas sendas de la sierra madrileña.

Nuestro objetivo de hoy es claro: rodar durante unas 3 horas saliendo desde Moralzarzal, buscando algunos de los mejores sendeross y caminos que unen los pueblos de la zona. Para ello seguiremos una de nuestras rutas «standard» de este spot, que incluye todo tipo de terrenos y que encaja perfectamente, tanto en distancia como en desnivel, con lo que buscamos.

Este mes de julio nos está sorprendiendo, la temperatura no es demasiado elevada y comenzamos a rodar sin el agobiante sofoco típico de esta época del año. Aprovechamos el pedaleo por las calles de Moralzarzal para charlar e ir conociendo algo más a nuestro nuevo acompañante. En pocos minutos estamos abandonando la población citada por su norte, tomando la pista que nos llevará hasta Cabeza Mediana.

Esta primera, y única subida continua de la ruta, es bastante tendida: unos 6km en los que se ganan 300m de desnivel. Después de las subidas con las que castigamos a nuestras piernas el día anterior, ésta nos parece cosa de niños, y la vamos superando agrupados, de charleta y a buen ritmo. En un «visto y no visto» hemos alcanzado la cota más alta de la ruta y nos preparamos para la primera bajada de la mañana.

No salimos de nuestro asombro cuando comprobamos el destrozo causado en la famosa bajada del «somier». Han metido una, o varias máquinas y han convertido la mitad del descenso en un cortafuegos, de una anchura considerable y sin compactar, haciendo desaparecer todo lo encontrado a su paso. A la mitrad de la bajada, recuperamos la última parte, aún intacta, donde podemos disfrutar del sendero tal y como siempre ha estado, con sus curvas, piedras y saltos. Recuperamos el buen sabor de boca que habíamos perdido al final de la bajada, que nos deposita en las últimas casas del suroeste de Becerril de la Sierra.

Ahora nos dirigimos hacia el embalse de Navacerrada, rodeando el cerro del Castillo por un camino entre árboles que nos regala unas magníficas vistas de la sierra norte madrileña. Este llaneo nos conduce hasta Reajo del Roble, desde donde enlazamos con la senda que rodea el embalse, primero por su oeste y luego por su norte. El sendero nos deja a los pies del rampón que nos elevará hasta el Cerro de las Cabezas, donde paramos para ponernos las protecciones, hidratarnos y tomar un plátano (que algunos aún estábamos en ayunas).

Tenemos nueva bajada por delante: una trialera entre el Cerro de  las Cabezas y el Alto del Hilo, corta pero divertida, estrecha y «ratonera», con sus buenas piedras y raíces que nos sacan una buena sonrisa al final de la misma. La trialera nos deja de nuevo en Becerril, en este caso en el norte, y desde allí volveremos al final de la «bajada del somier» completando el primer bucle.

Tomamos el sendero entre pinos que, paralelo a la M-601, nos conduce hasta Collado Mediano. La senda en un single-track entretenido, que recorremos a buena velocidad, intentando aprovechar cualquier irregularidad del terreno para separar nuestras ruedas del suelo. David está disfrutando, casi todos estos caminos son nuevos para él y están colmando sus expectativas.

Apenas superamos el cartel que nos da la bienvenida a Collado Mediano, abandonamos esta población, para ir a buscar la tercera y última trialera de jornada y que nos llevará hasta Alpedrete. La trialera no tiene ninguna complicación técnica, pero es disfrutona, de las que hay que pedalear, larga y con flow, que en definitiva, es lo que andamos buscando. Una vez en Alpedrete, callejeamos para salirpor el polígono industrial y cruzar la M-601.

Desde la Estación de Transferencia de Residuos Sólidos (es decir, donde los camiones de basura vacían su contenido), recorremos los últimos kilómetros que nos llevarán de nuevo a Moralzarzal. El camino va encajado entre un par de muros, y se ve interrumpido por una zona de piedras en subida que pone a prueba nuestra fuerza y nuestra técnica. Una vez superada, no queda más que continuar pedaleando hasta llegar a la plaza de toros del pueblo origen de la ruta, donde nos regalamos unas buenas cervezas y algo más de conversación.

Compartir es vivir

Existen ciertas cosas que se disfrutan en mayor medida cuando las compartes con los demás: por una lado obtienes el placer que te proporciona «la cosa» por sí misma, y por otro lado el generado al comprobar como gozan aquellos con quienes la compartes. Y como así sentimos, así actuamos, poniendo en práctica, el pasado sábado, nuestra teoría: un par de flowriders no tuvieron la oportunidad de rodar el anterior fin de semana por los pinares de Valsaín, así que decidimos volver con ellos por aquellos lares.

Como es preceptivo para esta ruta, salimos desde el aparcamiento del centro recreativo de Los Asientos, con una temperatura de 15º, que, en esta época del año, es un auténtico privilegio. Sin embargo, a diferencia del pasado fin de semana, no corre ni una gota de viento, lo que provoca que la sensación térmica no sea tan fresca como hubiésemos deseado. Además las primeras rampas, que no se hacen esperar, elevan la temperatura y comienzan a provocar los primeros sudores del día.

Tras unos cientos de metros de asfalto que nos alejan de Los Asientos, tomamos las primeras sendas, protegidos del sol por los árboles. Los primeros bosques por los que circulamos son robledales, típicos de las cotas más bajas de la zona. Junto a los arroyos que cruzamos (el de Peñalara y el de Cueva de Monje), encontramos diseminados acebos, tejos, álamos, fresnos, arces… un verdadero placer para los sentidos, que permiten que olvides, por unos momentos, el esfuerzo necesario para ir acumulando desnivel positivo. El espectacular entorno provoca que salga a la luz alguna de las reiteradas «frases célebres» de los flowriders: «…y pensar que hay gente que no conoce esto…» o «…alguno estará ya en el sofá, frente a la televisión, qué desperdicio…»

En unos minutos hemos cubierto los primeros 4 kilómetros, que aunque con algunos buenos rampones, son bastante llevaderos, y nos enfrentamos los dos últimos de la primera subida, que son bastante duros y nos ofrecen algunos desniveles por encima del 25%… uffff! Alcanzamos el Moño de la Tía Andrea y, aunque algunos que ya conocemos la Silla del Rey nos sentimos tentados de esperar abajo, continuamos subiendo hasta el pétreo descansadero monárquico que Francisco de Asís de Borbón mandó erigir para contemplar el Real Sitio a mediados del siglo XIX.

La bajada, por el mismo roto camino por el que subimos, nos devuelve a la pista forestal que por momentos abandonamos, y por la que continuaremos ascendiendo hasta el primero de los descensos de la jornada. Todos coincidimos en que, a pesar de la dureza de la subida (600m de desnivel acumulado en sólo 8km), el lugar, el día y la compañía la compensan sobradamente. Nos colocamos las protecciones, porque aunque no es una bajada excesivamente técnica, tiene algún paso complicado, y ya que hemos cargado hasta aquí con ellas, mejor colocadas en su sitio que en la mochila.

Experimentamos una vez más el «flow» que esta bajada proporciona, aderezado con los bucólicos rincones de la senda y el murmullo del arroyo que nos acompaña. Casi 4km de un magnífico sendero que en su primera parte pierde metros rápidamente, para hacerlo de forma más tendida en su tramo final hasta depositarnos al inicio de la segunda y última subida de la mañana. Tenemos casi 5km por delante en los que vamos a ganar cerca de 500m. Si el primer ascenso es duro… éste no lo es menos.

Agrupados y de charleta, en los momentos en los que los rampones nos lo permiten, vamos consumiendo metros por la pista, que en primer lugar nos lleva de nuevo al Moño de la Tía Andrea y, después, hasta el punto más alto de la ruta, a 1.800m: el Raso del Pino. Allí, sentados a la sombra y compartiendo el paraje con unas cuantas vacas, reponemos fuerzas con un breve descanso y, de nuevo, nos colocamos las protecciones que nos habíamos quitado al inicio de este segundo ascenso.

Ya hemos completado la parte menos dulce de la ruta, y tenemos por delante casi 11km de senderos hasta volver a los coches, casi todos ellos de bajada, a excepción de un par de cortas pero intensas rampas que pondrán a prueba nuestras fuerzas. Esta segunda senda es tan «disfrutona» o más que la primera, teniendo algunos tramos revirados y enraizados que exprimen al máximo nuestras suspensiones. El terreno está, en algunos tramos, algo suelto y bastante seco, lo que nos obliga a poner especial atención al tacto de los frenos para no perder el control… objetivo, a veces, harto difícil de conseguir y que provoca algún revolcón sin consecuencias.

Como es habitual, la bajada se nos hace corta y en pocos minutos estamos ya en la Fuente de la Plata, junto al muro del Palacio Real de La Granja. Desde allí seguimos rodando por senderos hasta Valsaín, donde tomamos la orilla del Eresma hasta llegar a Los Asientos, que a esas horas ya está hasta los topes de gente. La merecida opcional la disfrutamos en el puerto de Navacerrada, donde el viento se hace notar y nos permite sentarnos en una terraza con una temperatura envidiable.

La silla del rey

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Nuevo sábado y nueva ruta. Una vez más, insistimos con la cara norte de la sierra de Guadarrama, buscando temperaturas algo más suaves y rodar protegidos del sol durante el mayor tiempo posible. Los pinares y robledales del valle de Valsaín sirvieron de escenario para una magnífica ruta, corta en distancia pero intensa en desnivel acumulado que nos dejó más que satisfechos, lo cual no es sencillo para nuestro nivel de exigencia.

El inicio de la ruta lo establecemos en Los Asientos, un área recreativa junto al río Eresma y muy próxima a Valsaín. La mañana es fresca, y los 10º de temperatura, nada habituales a finales del mes de junio, nos empujan a ponernos en marcha buscando el abrigo de las primeras subidas. Nuestro primer objetivo es alcanzar la Silla del Rey, a 1.688m de altitud y a 6,5km del inicio de nuestra aventura. Conociendo la dureza de los últimos kilómetros de este ascenso, nos tomamos con calma las primeras pealadas, disfrutando de las sendas que discurren bajo el tranquilo robledal.

Consumimos los primeros kilómetros de ascenso anestesiados por lo magnífico del paisaje, por la paz que se respira y por la variedad cromática de verdes que nos ofrece el bosque. Pero poco más allá de la Cueva del Monje, nuestras piernas empiezan a hacernos conscientes de lo que se endurece la subida y nuestras pedaladas comienzan a hacerse más pesadas. Es momento de usar el plato pequeño y tomárselo con calma… Poco a poco, y dejando la charla para otro momento, nos situamos al pie del Cerro del Moño de la Tía Andrea, frente al último rampón, roto y empedrado, que nos «elevará» hasta la Silla del Rey, donde disfrutamos de las vistas, algo ocultas por los frondosos pinos, y aprovechamos para regalarnos unos minutos de merecido descanso.

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Recuperadas las fuerzas y repuesto el líquido perdido, reemprendemos la marcha, bajando por donde hemos subido para iniciar un bucle que nos devolverá de nuevo a este mismo punto. El objetivo es realizar la primera de las dos bajadas que «contiene» la ruta, pero antes nos toca ascender algo más, hasta superar los 1.700m, en este caso por pista asfaltada. Unos minutos después, nos encontramos en el inicio del descenso, colocándonos las protecciones y disfrutando de los prolegómenos. Todo esfuerzo tiene su recompensa, y allí estamos, dispuestos a saborearla.

La vereda de bajada es una de las más bonitas que hemos realizado, estrecha y flanqueada por abundante vegetación, con piedras, raíces y zonas de gran desnivel que dispara nuestros índices de adrenalina. Rodamos junto al arroyo de la Chorranca, que nos proporciona humedad y el relajante sonido del agua corriendo. Algún paso complicado y algún otro imposible… en pocos minutos estamos de nuevo en el inicio de los rampones que nos llevaron hasta el Moño de la Tía Andrea, lugar al que tenemos que regresar para buscar la segunda y última bajada de la jornada.

Pero, en este caso, realizamos el ascenso por un sitio diferente. Para ello, tomamos una senda a media ladera que nos deposita en la pista forestal, también con una fuerte pendiente, que nos permite ir ganando metros hasta alcanzar primero los pies del cerro del Moño de la Tía Andrea y después el raso del Pino, a casi 1.800m de altitud. Buscamos una sombra para avituallarnos y colocarnos las protecciones, que ya nos acompañarán hasta el final de la ruta.

Si la primera senda de bajada es impresionante, ésta no lo es menos. Quizás más limpia y rápida, con una zona muy empinada y plagada de raíces que a punto estuvimos de remontar para hacerla de nuevo. La bajada, siempre por veredas encajadas entre los verdes helechos y los altísimos pinos, es prácticamente continua hasta Valsaín, a excepción de un buen rampón de unos 100m que encontramos después de vadear el arroyo de los Carneros. Desde Valsaín buscamos la orilla del Eresma, para acompañarlo hasta Los Asientos, donde llegamos con la amplia sonrisa y el brillo en los ojos que provoca el haber disfrutado tanto.

Una buena opcional en Boca del Asno, nos permite poner la guinda al pastel en este perfecto día de MTB.

La cara norte de la Sierra de Guadarrama

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Ya tenemos con nosotros el verano, y con él las altas temperaturas propias de esta estación. Para no defraudar, el estío nos ofrecía una previsión para su primer fin de semana récord en altas temperaturas. Ante una situación como ésta, y obviando la posibilidad de quedarnos en casa, decidimos llevar a nuestras monturas a la cara norte de la Sierra de Guadarrama, donde las temperaturas son, por lo general, más moderadas y los frondosos bosques que la tapizan nos ofrecerían una protección extra contra el sol.

Hacía 15 días que algunos de nosotros habíamos rodado por la zona, pero hay lugares como éste, donde repetir, lejos de ser un problema, es una buena opción. Pero en esta ocasión barajábamos la posibilidad de complicar algo más la ruta. La idea era incluir un bucle por La Jarosa, que aumentase en 20km la distancia y 800m el desnivel acumulado, llevándonos a unos totales de 52km y 2.000m de desnivel.

A la hora prevista, y sin tener claro aún si haríamos la ruta normal o la ampliada, salimos de El Espinar llaneando por caminos y senderos, al abrigo de los árboles, en dirección San Rafael. Estos primeros kilómetros nos sirven para poner a tono los músculos, y los hacemos de charleta y a un ritmo tranquilo, reservando fuerzas por si el calor nos permite hacer la «machada» que tenemos en mente. En poco más de media hora estamos en San Rafael, dispuestos a afrontar la primera y dura, subida del día, primero hasta el collado del Hornillo y luego hasta el cerro de La Salamanca.

A pesar de que la temperatura no es excesiva, los rampones,las piedras y las raíces que abundan en este tramo, nos van sacando los colores. Nos gustan este tipo de subidas, que aunque más duras que el ascenso por pista, son mucho más divertidas y desafiantes. De hecho, las buscamos siempre que tenemos oportunidad porque que creemos que la esencia del enduro no sólo se encuentra en las bajadas, si no también en las subidas. Tras una breve parada en el collado del Hornillo (a diferencia de otros días, sin público), afrontamos los últimos cientos de metros pedregosos para llegar al cerro de La Salamanca, donde paramos para colocarnos las protecciones y recuperar los líquidos perdidos.

Estamos a 1.700m de altura y no corre ni una gota de viento. Los árboles ya no nos protegen del sol, que a falta de 15 minutos para las 11.00 de la mañana, ya calienta lo suyo. No nos decimos nada, pero de nuestros pensamiento se va borrando la idea de alargar la ruta. Iniciamos la primera bajada por la divertida trialera que nos lleva a los pies del cerro de la Carrasqueta, lugar clave donde decidiremos por dónde continuará nuestra aventura. Disfrutamos, cada piedra, cada raíz, cada escalón… y aprovechamos el Risco del Palanco para hacer alguna foto.

Una vez consumidos los 2km de placer que nos proporcionan las piedras, paramos para reagrupar y decidir… no hay muchas dudas: el calor, la ausencia de viento que disminuya la sensación térmica y la hora a la que tendríamos que afrontar la subida de casi 10km desde el pantano de la Jarosa hasta el refugio de La Salamanca, sin apenas una sombra que nos diese un respiro, nos hace trasladar nuestra idea a una época del año más propicia.

Así que, con la decisión tomada, nos conducimos al sendero que, menos accidentado que el anterior pero con mucho flow, nos depositará en el Camping de Valle Enmedio, donde hacemos una breve parada para despojarnos de las protecciones, beber algo de agua y tomar un plátano y algunos frutos secos. De nuevo toca subir, pero también por un terreno lo suficientemente accidentado para no aburrirnos y probar la eficacia de las suspensiones y la tracción de las cubiertas. Los senderos por los que ascendemos, bien cuajados de piedras, surcos y raíces, nos conducen al Collado de la Gargantilla, donde de nuevo paramos a reagrupar y colocarnos las protecciones para afrontar el último y divertido tramo de la ruta.

Desde el collado tenemos una rápida y accidentada trialera, que nos saca una buena sonrisa y nos deja en el camino del Ingeniero. Vamos a recorrer sólo un tercio de este famosos sendero, y en sentido contrario al que se suele realizar para poder regresar a El Espinar por Pikachu. Disfrutamos por igual cada una de las tres partes de éste último tramo: la trialera de la fuente de los Arteseros, con sus piedras, surcos y pendiente pronunciada; el Ingeniero, con su continuo «sube y baja» y escoltados por los verdes helechos y los altos pinos; y Pikachu, con sus zetas, escalones y saltos.

En menos de 4 horas desde que salimos, estamos en los coches, dispuestos a tomar una buena cerveza después de 31km de ruta, en la que más del 90% del recorrido discurre por sendas y trialeras, protegidos del sol por los frondosos bosques de la zona y disfrutando de unos paisajes increíbles. ¿Se puede pedir más? Pues hombre, si gana Alonso en Valencia…