Existen ciertas cosas que se disfrutan en mayor medida cuando las compartes con los demás: por una lado obtienes el placer que te proporciona «la cosa» por sí misma, y por otro lado el generado al comprobar como gozan aquellos con quienes la compartes. Y como así sentimos, así actuamos, poniendo en práctica, el pasado sábado, nuestra teoría: un par de flowriders no tuvieron la oportunidad de rodar el anterior fin de semana por los pinares de Valsaín, así que decidimos volver con ellos por aquellos lares.
Como es preceptivo para esta ruta, salimos desde el aparcamiento del centro recreativo de Los Asientos, con una temperatura de 15º, que, en esta época del año, es un auténtico privilegio. Sin embargo, a diferencia del pasado fin de semana, no corre ni una gota de viento, lo que provoca que la sensación térmica no sea tan fresca como hubiésemos deseado. Además las primeras rampas, que no se hacen esperar, elevan la temperatura y comienzan a provocar los primeros sudores del día.
Tras unos cientos de metros de asfalto que nos alejan de Los Asientos, tomamos las primeras sendas, protegidos del sol por los árboles. Los primeros bosques por los que circulamos son robledales, típicos de las cotas más bajas de la zona. Junto a los arroyos que cruzamos (el de Peñalara y el de Cueva de Monje), encontramos diseminados acebos, tejos, álamos, fresnos, arces… un verdadero placer para los sentidos, que permiten que olvides, por unos momentos, el esfuerzo necesario para ir acumulando desnivel positivo. El espectacular entorno provoca que salga a la luz alguna de las reiteradas «frases célebres» de los flowriders: «…y pensar que hay gente que no conoce esto…» o «…alguno estará ya en el sofá, frente a la televisión, qué desperdicio…»
En unos minutos hemos cubierto los primeros 4 kilómetros, que aunque con algunos buenos rampones, son bastante llevaderos, y nos enfrentamos los dos últimos de la primera subida, que son bastante duros y nos ofrecen algunos desniveles por encima del 25%… uffff! Alcanzamos el Moño de la Tía Andrea y, aunque algunos que ya conocemos la Silla del Rey nos sentimos tentados de esperar abajo, continuamos subiendo hasta el pétreo descansadero monárquico que Francisco de Asís de Borbón mandó erigir para contemplar el Real Sitio a mediados del siglo XIX.
La bajada, por el mismo roto camino por el que subimos, nos devuelve a la pista forestal que por momentos abandonamos, y por la que continuaremos ascendiendo hasta el primero de los descensos de la jornada. Todos coincidimos en que, a pesar de la dureza de la subida (600m de desnivel acumulado en sólo 8km), el lugar, el día y la compañía la compensan sobradamente. Nos colocamos las protecciones, porque aunque no es una bajada excesivamente técnica, tiene algún paso complicado, y ya que hemos cargado hasta aquí con ellas, mejor colocadas en su sitio que en la mochila.
Experimentamos una vez más el «flow» que esta bajada proporciona, aderezado con los bucólicos rincones de la senda y el murmullo del arroyo que nos acompaña. Casi 4km de un magnífico sendero que en su primera parte pierde metros rápidamente, para hacerlo de forma más tendida en su tramo final hasta depositarnos al inicio de la segunda y última subida de la mañana. Tenemos casi 5km por delante en los que vamos a ganar cerca de 500m. Si el primer ascenso es duro… éste no lo es menos.
Agrupados y de charleta, en los momentos en los que los rampones nos lo permiten, vamos consumiendo metros por la pista, que en primer lugar nos lleva de nuevo al Moño de la Tía Andrea y, después, hasta el punto más alto de la ruta, a 1.800m: el Raso del Pino. Allí, sentados a la sombra y compartiendo el paraje con unas cuantas vacas, reponemos fuerzas con un breve descanso y, de nuevo, nos colocamos las protecciones que nos habíamos quitado al inicio de este segundo ascenso.
Ya hemos completado la parte menos dulce de la ruta, y tenemos por delante casi 11km de senderos hasta volver a los coches, casi todos ellos de bajada, a excepción de un par de cortas pero intensas rampas que pondrán a prueba nuestras fuerzas. Esta segunda senda es tan «disfrutona» o más que la primera, teniendo algunos tramos revirados y enraizados que exprimen al máximo nuestras suspensiones. El terreno está, en algunos tramos, algo suelto y bastante seco, lo que nos obliga a poner especial atención al tacto de los frenos para no perder el control… objetivo, a veces, harto difícil de conseguir y que provoca algún revolcón sin consecuencias.
Como es habitual, la bajada se nos hace corta y en pocos minutos estamos ya en la Fuente de la Plata, junto al muro del Palacio Real de La Granja. Desde allí seguimos rodando por senderos hasta Valsaín, donde tomamos la orilla del Eresma hasta llegar a Los Asientos, que a esas horas ya está hasta los topes de gente. La merecida opcional la disfrutamos en el puerto de Navacerrada, donde el viento se hace notar y nos permite sentarnos en una terraza con una temperatura envidiable.