Enduro Trip: El Bierzo II

El Club Deportivo Rutas del Bierzo organiza todos los años, desde hace cinco, una mítica prueba de mountain bike que discurre por parajes de esta comarca. Esta prueba, la Mountemplaria, es una de las más duras del calendario nacional, no sólo por la distancia y el desnivel acumulado, si no por el tipo de terreno por el que discurre: en su mayor parte trialeras y senderos técnicos, tanto en subida como en bajada.

Una prueba más próxima al all-mountain que al maratón, algo que nos empujo a realizar su recorrido para conocerla, estudiarla, analizarla, disfrutarla y optimizarla, de tal modo que quedase incluida dentro de las diferentes aventuras endureras que hemos diseñado y que ofrecemos realizar a todos nuestros socios.

Día 2. Sendero del Demonio y Senda de la Puta parió.

El sábado amanece fresco y cubierto por una espesa capa de nubes, lo cual, lejos de plantearse como un inconveniente, nos agrada especialmente porque nos evitará el calor que podría endurecer más aún la ruta prevista. Vamos saltando de la cama uno tras otro, y tras asearnos y pertrecharnos realizamos la última revisión de nuestras monturas, a las que tenemos previsto darles mucho trabajo. Desayunamos en Toral, frente a la estación, en una cafetería donde el camarero no se ha levantado con buen pie y despotrica contra todos aquellos que le estamos haciendo trabajar tan pronto (las 9.00h de la mañana!!). Nos lo tomamos con buen humor y acompañamos los cafés, infusiones y/o colacaos con algo de bollería de una panadería próxima. Una vez alimentados nos acoplamos en los coches y nos dirigimos a Ponferrada, para aparcar y comenzar nuestro camino.

Entre unas cosas y otras, comenzamos a dar pedales casi a las 11.00h junto al Castillo Templario y dirigiéndonos hacia el este por las calles de Ponferrada hacia Molinaseca. Estos primeros kilómetros son de asfalto y pista, y nos sirven para ir calentando las piernas ante el reto que nos espera. Poco después de salir de Molinaseca, se desatan las hostilidades, y entramos en un sendero cuajado de piedras en su primera parte, que compartimos con los peregrinos (éste es un tramo del camino de Santiago), los cuales nos miran atónitos al vernos escalar por una senda tan accidentada. Disfrutamos este tramo casi tanto como si fuese de bajada, nos gustan las subidas duras y técnicas.

La subida, de unos 5km y casi 400m de desnivel, nos lleva poco más allá de Riego de Ambrós, donde hacemos una parada para recuperar algo de energía con un breve descanso, y sustituir el agua de nuestros «camel» por una más fresca, recogida de la fuente de este pueblo. Reanudamos la marcha y desde la Erillina descendemos 1km por pista hasta el arroyo de las Tejadas, asegurándonos primero de que los cazadores de la zona habían acabado con sus «quehaceres».

Una vez en el arroyo, segunda subida importante del día, 4 kilómetros con un desnivel acumulado de 300m, por una senda estrecha, tapizada con una buena capa de hojas de otoño y con unos buenos rampones que nos ponen a prueba a cada momento. Este ascenso es menos accidentado pero más duro que el primero, quizás por los kilómetros que llevamos acumulados, y nos obliga a poner pie en tierra y empujar nuestras monturas en algunos momentos.

La subida nos lleva hasta El Acebo de San Miguel, a 1.150m de altitud. Llevamos casi 18km de distancia y más de 800m de desnivel positivo acumulado. Hemos empleado 2 horas y media (paradas incluidas) en recorrer esta distancia. Son casi las 13.30h y aún nos quedan dos tercios de la ruta por completar. Por ahora sufrimos y disfrutamos a partes iguales, los senderos y los parajes por los que hemos rodado son de ensueño, y compensan la dureza con creces.

En Acebo no paramos, y continuamos para realizar la primera bajada de la jornada: 3km de senda con alguna que otra piedra en la que perdemos 300m de altura. El descenso no es nada del otro mundo, pero nos sabe a gloria después de tanta subida y consumimos los metros rápidamente, dejando correr la bici y disfrutando de cada curva y de cada irregularidad del terreno. La senda muere en una carretera, cerca del río Carracedo y de Prada. Paramos a quitarnos las protecciones, aconsejables pero no del todo necesarias para esta bajada, y reparar el primero de los pinchazos que algún flowrider sufriría en la ruta.

De nuevo en marcha tomamos una senda que llanea durante dos kilómetros paralela al río Meruelo, antes de comenzar la tercera y más dura subida de toda la ruta: ganaremos 250m de desnivel en sólo 2km. Después de lo que llevamos en las piernas, este ascenso se hace especialmente duro y los kilómetros parecen de 1.500 metros. Algún pie a tierra y alguna breve parada para coger aire nos ayudan con el reto. Después de los 2km y otro más de «sube y baja» nos encontramos en Espinoso de Compludo, donde hacemos una parada algo más larga.

Pasan ya 10 minutos de las 3 de la tarde cuando reemprendemos la marcha, para dirigirnos hacia San Cristóbal de Valdueza, del que nos separan 5 kilómetros de continuas subidas y bajadas que continúan machacando nuestras piernas. Seguimos rodando por parajes inigualables, disfrutando no solo de las vistas, si no también de la paz, el silencio, la soledad y la grandeza de los montes de la zona. Rodamos con alegría, nos esperan dos «perlas» en San Cristóbal: la familia de Jeby y el sendero del Demonio.

Nos reciben con los brazos abiertos y con unas cuantas latas de cerveza en la mano. Son las 16.00h, no hemos comido y aún nos quedan 20km de ruta, pero eso no impide que nos quedemos un rato de charleta mientras disfrutamos de la fría cerveza que nos permite recuperar algo del potasio perdido. Media hora más tarde continuamos camino y nos dirigimos al comienzo de una de las mejores bajadas de la zona: el Sendero del Demonio.

La bajada es una delicia: sendero estrecho entre árboles, empinado y revirado, con algunos pasos divertidos e interesantes… 2,5km de desenfreno donde se pierden más de 400m, una pendiente media del -16%. En estas bajadas es donde te cobras el sufrimiento pagado en las subidas, es donde te das cuenta de que la recompensa al esfuerzo, merece la pena. Hacemos alguna parada intermedia, para hacer alguna foto, para reagrupar, para alargar el momento de gozo… nuestras caras son un poema, son la representación más expresiva del disfrute que proporciona este deporte.

La senda muere en el río Oza, al cual acompañamos hasta llegar a San Clemente de Valdueza. Desde San Clemente continuamos paralelos al río Oza, en ligero descenso hasta Valdefrancos. Desde esta población continuamos por carretera hasta el punto donde el Oza cambia su nombre por Valdueza, cerca de San Esteban. Aquí comenzamos el acenso por pista hacia el Pajariel. Casi 8km de pendiente suave y muy llevadera que hacemos a ritmo tranquilo, disfrutando de las vistas y el paisaje y debatiendo sobre la posible o no resurrección de los pinos quemados de la zona.

A las 18.15h hemos coronado el Pajariel y nos enfrentamos a la segunda «guinda» de la jornada la senda de la Puta Parió. Después de ver el perfil de la ruta, ya intuíamos lo que nos esperaba: 1.500m de distancia y más 300m de desnivel negativo, una pendiente media del 20%!! El sendero es de los que no se olvidan fácilmente y no aconsejable para cualquier biker. Son imprescindibles técnica y valor para salvarlo con éxito y disfrutarlo. Una caída te puede conducir a estamparte contra un pino o rodar ladera abajo hasta Ponferrada. Emocionante y divertido como pocos: árboles, surcos, raíces, curvas, pronunciada pendiente… simplemente perfecto, y haciendo honor a su nombre.

En 10 minutos recorremos la senda, y volvemos a reflejar en nuestros rostros el placer obtenido con el descenso, esencia de esta modalidad de ciclismo que practicamos. Una vez abajo sólo nos resta llanear paralelos al río Sil, por un sendero que nos regala las últimas imágenes bucólicas de nuestra aventura. De remate final, un rampón de 200 metros al 15%, bien empedrado y que nos lleva hasta el Castillo Templario, junto al cual nos premiamos con una buena cerveza casi 8 horas después del inicio de la aventura.

Después de 50km recorridos, 1.700m de desnivel acumulado y 8 horas sin tomar mas que agua y alguna barrita energética, volvemos a Toral de los Vados, para darnos una ducha reparadora y acudir a nuestra cita con la mesa y plato del restaurante donde previamente habíamos reservado, la Casa del Botillo.

Sí, ya sabemos que un botillo no es lo más adecuado para una cena, pero después del sobre-esfuerzo realizado nos lo habíamos ganado. Algo de embutido de la zona, unos platos de pulpo, chorizo cocido, un botillo por cabeza, un par de botellas de tinto del Bierzo y unos dulces típicos nos ayudaron a recuperar energía antes de retirarnos a nuestros «aposentos». El «fin de fiesta» perfecto para una grandiosa aventura como ésta.

Enduro Trip: El Bierzo I

Organizar un fin de semana de MTB lejos de casa en el que participe del 100% de los miembros de un grupo de riders no parece, a priori, algo sencillo. Las obligaciones familiares, las laborales y las situaciones personales de cada uno, no siempre son pueden encajarse. Sin embargo, cuando lo que nos une es una pasión tan intensa como la que tenemos por el mountain bike, ésta se convierte en el catalizador perfecto para que todo salga adelante en la forma prevista.

Y de esta manera conseguimos planificar y materializar un fin de semana de enduro en El Bierzo, en el que participaríamos todos los flowriders y donde perseguiríamos objetivos concretos: disfrutar de la naturaleza a lomos de nuestras bicis, compartir un fin de semana entre amigos, deleitarnos con la gastronomía berciana, cerrar acuerdos con clubes de la zona y diseñar nuevas rutas para compartir con nuestros seguidores.

Día 1. El Viaje de ida.

A las 16.30h nos citamos en el punto de encuentro con la finalidad de agruparnos en el menor número de coches posibles, pensando en el ahorro de costes y de contaminación que tal circunstancia nos proporcionaría. 8 bikers con sus respectivas monturas, cascos, protecciones, indumentaria técnica y de calle, herramientas, etc., no son fáciles de encajar en poco espacio, pero la buena voluntad de todos y el haber practicado mucho el «tetris», nos permite encajarnos, cómodamente, en tres vehículos que se ponen en marcha, un rato después, camino de El Bierzo.

Nos dirigimos por la A6 hacia Toral de los Vados, lugar donde instalaríamos el campamento base, gracias a la generosidad de la familia de Jeby, uno de los miembros de Flow Riders. El municipio de Toral de los Vados se encuentra ubicado en la confluencia de tres importantes ríos (el Burbia, el Cúa y el Sil), en la denominada «huerta berciana», un entorno formado por municipios como Cacabelos, Carracedelo, Ponferrada y Villafranca del Bierzo.

Nos separan de nuestro destino poco más de 400km, que disfrutamos con mucha charla, risas y la ilusión de los dos magníficos días que nos esperaban.  A pesar de estar ya en el mes de octubre, parece que el verano no nos quiere abandonar y las temperaturas son más propias del estío que del otoño. Por eso agradecemos el  manto de nubes que nos protegen del sol, contando además con que no existe amenaza de lluvias o tormenta.

Tras una parada técnica en ruta, llegamos a Toral a última hora de la tarde. El pueblo está muy tranquilo, la falta de la actividad frenética típica de las grandes ciudades y la ausencia de ruidos, nos ofrecen una muestra de la paz que se respira en estos lugares. Aparcamos en la plaza del ayuntamiento, junto a la iglesia y a pocos metros de nuestra morada. El desembarco es más rápido y sencillo de lo que fue el «embarque», en pocos minutos tenemos nuestros bártulos y monturas dentro de la casa y estamos preparados y dispuestos para la cena.

El recorrido previsto para el sábado es duro, por lo que necesitamos una cena bien cargada de hidratos de carbono, pasta para ser más concretos. ¿Y donde mejor que un restaurante italiano para hacerlo? Sí, ya sé que estando en El Bierzo, donde uno de sus tesoros es la gastronomía, es un pecado recalar en un restaurante italiano, pero ya tendremos tiempo el sábado y el domingo para desquitarnos y disfrutar de las viandas típicas de la zona. Esta noche toca recargar los depósitos que mañana necesitaremos.

A continuación nos dirigimos a Ponferrada, a pocos kilómetros de Toral, donde comenzamos con unas cervezas y vinos del Bierzo, acompañadas de unas tapas y un excelente servicio, en Al Cuadrado, en la calle del Obispo Osmundo. Después cenamos en Trastévere, un italiano en la Plaza del Ayuntamiento donde nos dan más cantidad que calidad, aunque esta última fue aceptable y en buena relación con el precio. Pasta, postres y café componen el menú, que rematamos con una copa antes de volver a casa.

En casa, preparamos las bicis y resto de material para el día siguiente, y nos acostamos con la emoción que proporciona la espera de algo tan deseado, tantas veces dibujado en nuestros pensamientos durante los días previos al viaje: esa gran aventura que tenemos preparada para el sábado.

Pero esta aventura… es otra historia, y tendremos que esperar al siguiente capítulo de nuestro «Enduro Trip» para conocer los detalles de una de las jornadas más apasionantes de MTB que hemos vivido. No os haremos esperar mucho, estará disponible en breve…

Épica en la Sierra de Guadarrama

¿Por qué conformarnos con hacer una buena ruta un domingo si podemos hacer dos? Una idea llevaba algún tiempo rondando en nuestros pensamientos: unir dos zonas repletas de senderos y trialeras de la Sierra de Guadarrama, una en la cara sur, y otra en la cara norte.

El valle de la Jarosa pertenece al municipio madrileño de Guadarrama, en la vertiente sur de la sierra, y en él se encuentra el embalse del mismo nombre, el más pequeño de toda la Comunidad de Madrid. El pantano, que se construyó sobre la despoblada aldea de la Herrería, está rodeado de extensos pinares, entre los cuales discurren multitud de senderos rotos y con un buen desnivel para deleite de los bikers más endureros.

En el otro lado de la sierra, uniendo las poblaciones de San Rafael y El Espinar, el conocido Camino del Ingeniero, con todas las sendas y caminos que se lo atraviesan o que nacen o mueren en él.

Dos rutas míticas que, por lo general, realizamos en días diferentes, pero que en esta ocasión unimos para disfrutar de un recorrido que pretendemos convertir en emblemático y que incluiremos en nuestro calendario varias veces a lo largo del año. 50km de distancia y más de 1.700m de desnivel acumulado, 7 trialeras de bajada, algunas otras de subida, muchos senderos y algunas pistas, paisajes y vistas increíbles… ¿se puede pedir más?

Comenzamos en el embalse de la Jarosa, rodando por los senderos más bajos de la zona, que nos sirven para calentar las piernas hasta llegar a la primera y dura subida del día: casi 10km hasta el refugio de la Salamanca. Los primeros 9km por pista, con una pendiente media del 7,5% y algún rampón del 15% y el último kilómetro, abandonando la pista de la Mina y tomando el GR-10, por una divertida trialera exigente en cuanto a condición física y técnica. Superamos el primer ascenso del día con calma, pensando en todo lo que aún nos queda por rodar. A los flowriders nos encanta bajar brincando sobre las piedras, pero tambien nos gustan, y mucho, estas subidas técnicas que suponen un importante reto para nuestra fuerza y pericia.

Reagrupamos en el refugio, a casi 1.800m de altitud y en el límite de las provincias de Madrid y Segovia. Se trata de un edificio de piedra vista, con porche y tejado, de una única pieza con chimenea, en la actualidad semi-destruido y con ninguna posibilidad de servir para el objetivo por el cual se construyó en su día. Aprovechamos para colocarnos las protecciones… tenemos ante nosotros la primera bajada trialera de la mañana.

Descendemos por el Gr-10, un pedregal de casi 3km sin mucha pendiente, pero muy divertido, con buenos escalones de roca firme, algunas raíces y un buen montón de piedras sueltas que amenazan estamparse contra quienes las pisan. Disfrutamos de la bajada, que nos va sacando tanto la sonrisa como el brillo en los ojos, ambos síntomas de una buena ración de disfrute. El descenso nos deja a los pies del Cerro de la Carrasqueta, donde algunos integrantes de la grupeta se escinden de ella, dirigiendo sus monturas de vuelta hacia los coches por falta de tiempo para completar la ruta.

Seguimos descendiendo, ahora por un «single track» muy rápido y con mucho flow, que mantiene nuestro índice de adrenalina allá donde nos gusta tenerlo: bien elevado. Nos dirigimos, pasando por las proximidades del campamento de Peñas Blancas, al camping de Valle Enmedio, donde acaba nuestro primer descenso y comienza la segunda de las subidas. Nos complace comprobar que los arroyos secos que hemos estado cruzando en estos últimos meses, ya llevan algo de agua, producto de las lluvias de los últimos días y que nos han dejado el terreno en un estado inmejorable.

Desde el camping hasta el Collado de la Gargantilla tenemos 5 kilómetros de una subida entretenida, por un sendero que discurre junto al arroyo del Prado Toril, salpicado en buena parte de su recorrido, por piedras y raíces y con algún rampón donde sólo algunos «elegidos» son capaces de superar el trance sin hacer ningún «pie». Abandonando el arroyo citado, descansamos con una breve bajada, antes de cruzar la pista para tomar el sendero del arroyo Chuvieco y alcanzar el collado. Hacemos un pequeño descanso y aprovechamos para colocarnos de nuevo las protecciones. Hemos cubierto ya 22km de ruta y tenemos ante nosotros la trialera que nos llevará hasta el camino del Ingeniero.

Bajada trialera de un par de kilómetros empinada y con todos aquellos ingredientes que reúne la bajada soñada: piedras, raíces, surcos, escalones, curvas cerradas, estrechos pasos entre árboles… pero como todo lo bueno, se hace breve, y en un «visto y no visto» hemos consumido todos y cada uno de sus metros, todas y cada una de sus irregularidades. Hemos llegado al emblemático camino del Ingeniero, del que recorreremos sólo un tercio en dirección este-oeste para disfrutar de otra magnífica trialera conocida como Pikachu.

El camino del Ingeniero es un deleite para los sentidos, da igual la dirección en que lo hagas, nunca sabes identificar si ganas altura o la pierdes en su recorrido. Un continuo sube y baja por una senda estrecha, escoltada por enormes pinos y verdes helechos donde nunca dejas de dar pedales. Después de algo menos de 4km, abandonamos el camino para descender por Pikachu. Ésta es una trialera disfrutona, con varias «zetas» al inicio, rápida y no demasiado técnica que te permite alcanzar «velocidades absurdas» que, de verlas, pondrían el vello de punta a nuestros familiares más cercanos, los cuales no dudarían en aconsejarnos la visita a un buen psiquiatra o psicólogo.

 La trialera nos deja cerca del Espinar, desde donde nos dirigimos por senderos hacia San Rafael, para atacar la última y dura subida del día. Llaneamos durante algo más de 7km, conscientes de reservar las fuerzas necesarias para afrontar el ascenso que nos espera. A ritmo tranquilo y disfrutando de los bellos parajes que recorremos, vamos consumiendo kilómetros hasta llegar a San Rafael, donde se está celebrando una marcha de MTB en la que nos cruzamos con la unidades más rezagadas de la misma.

Algunas horas después de nuestra salida, nos encontramos cruzando el pequeño puente sobre el arroyo Mayor, para iniciar el ascenso por el camino de la Peña del Águila, una de las subidas de la Sierra de Guadarrama que más nos gusta y con la que más sufrimos y disfrutamos. Paradójico ¿verdad?, pero así es este deporte, los sentimientos encontrados pero compartidos son una constante.

La subida hasta los pies del Cerro de la Salamanca, tiene tres partes bien diferenciadas. Los primeros 3km se recorren por una senda descarnada, con una pendiente media del 7,5% y algunos rampones realmente duros, pero que, después de haberlos subido en ya muchas ocasiones, los superamos con éxito sin necesidad de poner pie a tierra. Después afrontamos 2km de pista que, aunque más tendida, sigue haciendo mella en nuestras piernas ya fatigadas después de tantos kilómetros. La última parte, desde el collado del Hornillo hasta los pies del Salamanca, es un camino plagado de piedras, de casi 1km de distancia y una pendiente media del 8%. La última subida va poniendo a cada uno en su sitio y el grupo se dispersa en cada uno de los tres tramos, en función de las fuerzas que aún nos quedan.

Es difícil describir la sensación que tenemos, justo en el momento en el que hemos concluido la parte de mayor esfuerzo y tenemos por delante la de más disfrute. Sobran los comentarios… las miradas que nos cruzamos hablan por si solas… nos ponemos las protecciones con parsimonia, como queriendo disfrutar del preludio de lo que nos resta: 8km de descenso vertiginoso por dos rápidas y divertidas sendas/trialeras que nos conduciran hasta los coches, el DH2000 y los Senderos de Krato, nombres oficiosos por los cuales se los conoce.

El DH2000 son 800m vertiginosos, donde se descienden 120m por una senda estrecha y llena de irregularidades, que te obligan a extremar la precaución, echarle valor y soltar los frenos para no quedarte atascado en ninguna de las sorpresas con las que te vas encontrando. Más adrenalina y algunas fotos. El DH2000 muere en una pista forestal, por la que rodaremos hacia el norte hasta tomar los senderos de Krato, la guinda que corona la ruta épica que describimos.

Más de 3km hasta la carretera que rodea el embalse de La Jarosa, desde donde partimos una horas antes. En esta última bajada, destapamos el bote de las esencias y dejamos correr, saltar y derrapar a nuestras monturas, a escasos centímetros las unas de las otras, con la confianza de seguir la buena trazada de quien nos precede y la de no ser embestidos por quien nos sigue. No hemos encontrado una mejor forma de finalizar una ruta que con el buen sabor de boca que deja una estupenda bajada, como es el caso que nos ocupa.

Con la emoción que nos proporciona el último descenso, y la satisfacción de haber cubierto con éxito y sin incidencias una ruta de este calibre, nos dirigimos a uno de los dos chiringuitos de la zona, donde damos cuenta de una opcional bien completa y merecida antes de volver a nuestras casas. Si ningún lugar a dudas, esta es una de esas aventuras que repetiremos con cierta frecuencia.

Cerro de San Pedro

El Cerro de San Pedro es un «monte isla» de la vertiente sur Sierra del Guadarrama de 1.425m de altitud. Este pico se encuentra entre las poblaciones de Guadalix, Colmenar Viejo y Pedrezuela y es famoso por sus magníficas vistas y su peculiar perfil, en forma de pico desde cualquier lugar que se mire. A los pies del monte, en su ladera sur, entre Colmenar Viejo y el Embalse de Pedrezuela, existen multitud de caminos, sendas y trialeras sencillas que lo configuran como un lugar ideal para entrenar o iniciarse con el enduro.

Con una ruta en ciernes para el domingo por el San Rafael, decidimos rodar tranquilos el sábado por las proximidades del Cerro de San Pedro, realizando una de las múltiples rutas que tenemos diseñadas en la zona: 34km de distancia y 800m de desnivel, para no cansar mucho las piernas y pasar unas horas entretenidos entre piedras. Un recorrido en continuo sube y baja entre los 850m mínimos y los1.100 máximos entre los que nos moveremos.

Comenzamos a dar pedales junto a la carretera que une Colmenar Viejo con San Agustín de Guadalix, la M-104, por el Camino de Pedrezuela, una pista ancha que poco a poco se transforma en una senda algo más estrecha y accidentada, de esas que nos gustan y en la que hay que utilizar técnica y fuerza para no hacer ningún «pie». Poco antes de las Casas del Pecado Mortal, nos desviamos para dirigirnos hacia el Camino Alto de Pedrezuela, desde donde atacaremos nuestra primera trialera de bajada.

Accedemos a la senda atravesando una de las muchas portillas que abundan en esta zona, realizada, en este caso, con un viejo somier de muelles. Nos cruzamos un par de bikers, que nos advierten de lo accidentado del camino. Damos las gracias, sin manifestarles que precisamente eso es lo que andábamos buscando. El sendero es rápido y estrecho, con unas cuantas piedras descolocadas y un par de pasos de roca firme que nos proporcionan la descarga de adrenalina que perseguimos. Es una trialera sencilla, sin complicaciones y perfecta para empezar a disfrutar del «lado oscuro».

Seguimos hasta las proximidades de Montenebro, siguiendo el cauce seco del arroyo del Valle hasta desviarnos para tomar una exigente y divertida trialera de subida que nos saca los colores. Algo más de llaneo y otra trialera rápida, divertida, pero más corta de lo que nos gustaría que nos deposita junto a una de las colas del embalse de Pedrezuela, donde desemboca el arroyo de Valdemoro, totalmente seco.

Desde el embalse, punto intermedio de la ruta, toca volver a ganar metros de altura, pisteando hasta un camino que en su día fue un sendero pedregoso con mucho flow y que ahora han ensanchado y allanado, desconocemos con que fin. Al menos han dejado en su estado original la última parte, llena de piedras sueltas que ponen a prueba nuestra pericia y la resistencia de nuestras piernas. Una de esas subidas técnicas que nos gustan y que suponen un aliciente extra al recorrido.

Llegando al descansadero de la Camorcha, descendemos por el cordel de Hoyo de Manzanares para buscar la última trialera de la mañana. Una trialera breve pero intensa, con un par de variantes diferentes y con algún que otro paso «picante» pero sin demasiadas dificultades técnicas. Sólo un poco de arrojo es necesario para superarlas con éxito. También muy aconsejable para los que se están iniciando con las piedras.

Después de la senda, unos cientos de metros de pista hasta llegar a los coches, donde nos despojamos de todos nuestros bártulos para disfrutar de una merecida ceverza, como es preceptivo, después de dos horas y media de pedaleo.

Enduro en La Sierra de la Cabrera

La Sierra de la Cabrera es una subcomarca de la Sierra Norte de Madrid formada por los municipios de Bustarviejo, Valdemanco, La Cabrera, Cabanillas de la Sierra, Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias, Venturada y Navalafuente. En ella se encuentran picos como el Mondalindo, el Cancho Gordo y el Pico de la Miel. A sus pies numerosas sendas y trialeras que convierten a esta zona en un lugar ideal para la práctica del enduro con nuestras mountain-bikes.

La zona no tiene mucha altura y es aconsejable rodar por ella sólo con temperaturas moderadas. El verano está dando sus últimos coletazos y los termómetros nos indican que ya podemos disfrutar de las magníficas trialeras de la Cabrera, así que el pasado sábado nos dirigimos allí con nuestras monturas para dar rienda suelta a nuestras suspensiones.

Navalafuente es el lugar elegido como inicio y fin de la ruta, acabar con la trialera final que nos deja en esta población siempre te deja un muy buen sabor de boca. Los primeros kilómetros los rodamos por una pista ancha y de buen firme en su mayoría, a excepción de unas decenas de metros pedregosos. La subida es tendida, y sirve para ir calentando los músculos que a estas horas de la mañana aún están algo dormidos y bastante perezosos. Rodeamos el Pendón por el este y nos dirigimos hacia las proximidades de Bustarviejo para bajar la primera senda de la jornada. Un sendero sin demasiadas pretensiones, con poca pendiente y sin ninguna dificultad técnica, pero divertido y disfrutón para empezar.

El sendero nos deja en el puente del ferrocarril que pasa sobre la carretera a Bustarviejo, por la que rodamos unos metros antes de desviarnos a la izquierda para tomar el camino del Molino Cimero que va hacia el Pornoso. Desde allí tomaremos la pista para subir al Medio Celemín, el punto más alto de la ruta, a  1.325m de altitud. La subida a este puerto se realiza por una pista tendida, cómoda y nada exigente que invita a la típica charleta donde intentamos arreglar el mundo.

El Medio Celemín se ha convertido en un mirador desde el que se contempla, al oeste, el laderón del Regajo, el cerro más alto de los que vienen del puerto de Canencia; al este, Cancho Gordo, el más alto de la sierra de la Cabrera; y, al norte, en la depresión del Lozoya, Buitrago. Desde este punto salen un par de sendas trialeras, algo secas en esta época del año, con algunos buenos lanchares, zonas de piedra suelta y algunos surcos que te obligan a mantenerte alerta si nos quieres darte un revolcón. Disfrutamos mucho nuestro reencuentro con las piedras madrileñas, que hemos tenido medio abandonadas con nuestras aventuras estivales.

La bajada nos ha dejado en las inmediaciones de Valdemanco, y ahora toca rodar por una trialera a los pies del Cancho Gordo que en su primera parte es de subida y en la segunda de bajada. Senda típica de la zona, flanqueada en todo momento por matorral bajo y salpicada por una buena cantidad de piedras que proporcionan trabajo a las suspensiones y placer a los bikers. Este camino nos acerca al Convento de San Antonio, para enlazar con la trialera que sale desde allí y que consideramos imprescindible en cualquier buena ruta diseñada por la zona.

Un par de pasos técnicos sobre los lanchares y muchos metros de senda estrecha y rota nos va aportando la adrenalina que venimos buscando y que nos provoca esa sensación de felicidad nada fácil de describir con palabras. El sendero nos deja en la carretera que une la Cabrera y Valdemanco. La atravesamos para tomar el camino que, paralelo al arroyo del Albalá, nos conduce hasta la cantera de la M-631, donde enlazaremos con la última trialera del día: el balcón de Navalafuente.

Esta última trialera, de un par de kilómetros de longitud, la rodamos rápidos y disfrutando de cada una de las irregularidades que nos ofrece el terreno. Conocemos ya cada una de las piedras, los surcos y los pasos de tantas veces que hemos rodado sobre ella. En pocos minutos nos encontramos en las calles de Navalafuente, dirigiéndonos hacia la terraza donde solemos refrescarnos con una buena cerveza. Ruta corta pero intensa rebosante del flow que nos caracteriza.