Enero es un mes en el que el frio está asegurado, los caminos tienen agua haga el tiempo que haga, y la nieve es fácil que aparezca en las rutas, a pesar de que sean a baja altura. Los días anteriores a esta ruta, los meteorólogos habían anunciado lluvias, frío e incluso nieve en ciudades como Madrid, y en cierto modo se cumplió.
Digo en cierto modo, porque todos esperábamos que al despertar hubiese una gran capa blanca en nuestras calles, que colapsase las carreteras y nos diese el día libre para salir con nuestras monturas un día “entresemana”, pero no fue así. Si bien, cuanto más te acercabas al extrarradio madrileño en nuestro caso, era más fácil que estas previsiones se confirmaran, lo cual hizo que en la ruta del sábado volviésemos a pisar algo de nieve.
El sábado decidimos salir a dar pedales algunos flowriders partiendo de Manzanares El Real, aunque no todos, ya que estamos en temporada de Ski para algunos y de entrenamiento en pulsaciones bajas para otros, lo que hace que en algunas salidas el número no sea muy grande todavía. Debido a las previsiones de frío, decidimos ponernos en marcha a las 9.30 horas de la mañana, camino hacia las faldas de La Pedriza y con la intención de subir La Barranca, el “Camino Ortiz” y disfrutar del flow de las trialeras nevadas “Bambi” y la siempre divertida “Miedo”. El día amaneció despejado y soleado, con una temperatura agradable que hacía presagiar que podría ser un magnífico día de enduro y mountain bike, pero a veces las apariencias engañan y las cosas se tuercen.
Ya cuando íbamos en el coches se notaba un viento excesivamente fuerte, pero al llegar a Manzanares nos dimos cuenta que hoy lo duro no iban a ser las cuestas, si no la lucha contra el viento. Desde el primer momento, al salir del parking el viento ya azotaba con fuerza, lo que desde el comienzo hizo que la ruta se fuese endureciendo por momentos. Las ráfagas y la fuerza del viento, siempre en contra claro, llegó a ser tan fuerte que en llano no nos permitía pasar de los 8-10 km/h, duplicando el tiempo que tardaríamos en realizar algunos tramos, y sin dar ni un momento de descanso.
Entre nosotros, en esta ocasión teníamos a dos amigos de un flowrider, con diferente nivel entre ellos, uno: un habitual descender con una preciosa Canyon muy endurera; el otro: un novel biker con una montura mucho más humilde y descubriendo las sensaciones de nuestro deporte.
Subiendo hacia La Barranca, el viento ya se hizo tan intenso y fuerte, que a nuestros nuevos amigos les estaba empezando a pasar factura física, y para complicarlo más, la nieve empezaba a aparecer, dificultando aún más si cabe el rodar de nuestras monturas, junto a las ráfagas de viento.
Nuestro novel biker Diego llegó agotado hasta el aparcamiento del comienzo de la ascensión de la pista de La Barranca, desde donde aún quedaba bastante ruta, y debíamos evaluar que tal se encontraba y sus condiciones físicas para afrontar el resto de ruta, no en vano el “Camino Ortiz” y las trialeras que teníamos pensado encarar posteriormente, cansado y con un terreno resbaladizo, se podían volver en una trampa peligrosa para él.
Por ello, era un momento clave para decidir qué hacíamos antes tales inclemencias metereológicas y físicas, y decidimos por el bien de nuestro nuevo amigo, y con el fin de conservar la amistad del flowrider que lo había traído a tal emboscada, dar la vuelta por donde habíamos venido y buscar una alternativa de vuelta por las faldas de La Pedriza hacia Manzanares, donde aprovechar los metros de desnivel ascendidos lo más posible, buscando senderos y trialeras de la zona que nos permitiesen disfrutar de los milímetros de suspensión que llevamos entre nuestras piernas.
Dicho y hecho, camino de vuelta nos embarramos lo suficiente en los mojados senderos, disfrutamos los caminos y las piedras, a pesar de tener que reducir nuestra inicialmente prevista ruta. Como de costumbre, la ruta no puede darse por concluida si no brindamos con unas merecidas cervezas, sorprendidos por una repentina calma en la huracanada mañana, pues a eso de las 13.00 horas, de repente, Eolo simplemente paró de soplar, ¿iría también a tomarse una caña después de haber dado su vuelta por la Sierra madrileña?