La silla del rey

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Nuevo sábado y nueva ruta. Una vez más, insistimos con la cara norte de la sierra de Guadarrama, buscando temperaturas algo más suaves y rodar protegidos del sol durante el mayor tiempo posible. Los pinares y robledales del valle de Valsaín sirvieron de escenario para una magnífica ruta, corta en distancia pero intensa en desnivel acumulado que nos dejó más que satisfechos, lo cual no es sencillo para nuestro nivel de exigencia.

El inicio de la ruta lo establecemos en Los Asientos, un área recreativa junto al río Eresma y muy próxima a Valsaín. La mañana es fresca, y los 10º de temperatura, nada habituales a finales del mes de junio, nos empujan a ponernos en marcha buscando el abrigo de las primeras subidas. Nuestro primer objetivo es alcanzar la Silla del Rey, a 1.688m de altitud y a 6,5km del inicio de nuestra aventura. Conociendo la dureza de los últimos kilómetros de este ascenso, nos tomamos con calma las primeras pealadas, disfrutando de las sendas que discurren bajo el tranquilo robledal.

Consumimos los primeros kilómetros de ascenso anestesiados por lo magnífico del paisaje, por la paz que se respira y por la variedad cromática de verdes que nos ofrece el bosque. Pero poco más allá de la Cueva del Monje, nuestras piernas empiezan a hacernos conscientes de lo que se endurece la subida y nuestras pedaladas comienzan a hacerse más pesadas. Es momento de usar el plato pequeño y tomárselo con calma… Poco a poco, y dejando la charla para otro momento, nos situamos al pie del Cerro del Moño de la Tía Andrea, frente al último rampón, roto y empedrado, que nos «elevará» hasta la Silla del Rey, donde disfrutamos de las vistas, algo ocultas por los frondosos pinos, y aprovechamos para regalarnos unos minutos de merecido descanso.

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Recuperadas las fuerzas y repuesto el líquido perdido, reemprendemos la marcha, bajando por donde hemos subido para iniciar un bucle que nos devolverá de nuevo a este mismo punto. El objetivo es realizar la primera de las dos bajadas que «contiene» la ruta, pero antes nos toca ascender algo más, hasta superar los 1.700m, en este caso por pista asfaltada. Unos minutos después, nos encontramos en el inicio del descenso, colocándonos las protecciones y disfrutando de los prolegómenos. Todo esfuerzo tiene su recompensa, y allí estamos, dispuestos a saborearla.

La vereda de bajada es una de las más bonitas que hemos realizado, estrecha y flanqueada por abundante vegetación, con piedras, raíces y zonas de gran desnivel que dispara nuestros índices de adrenalina. Rodamos junto al arroyo de la Chorranca, que nos proporciona humedad y el relajante sonido del agua corriendo. Algún paso complicado y algún otro imposible… en pocos minutos estamos de nuevo en el inicio de los rampones que nos llevaron hasta el Moño de la Tía Andrea, lugar al que tenemos que regresar para buscar la segunda y última bajada de la jornada.

Pero, en este caso, realizamos el ascenso por un sitio diferente. Para ello, tomamos una senda a media ladera que nos deposita en la pista forestal, también con una fuerte pendiente, que nos permite ir ganando metros hasta alcanzar primero los pies del cerro del Moño de la Tía Andrea y después el raso del Pino, a casi 1.800m de altitud. Buscamos una sombra para avituallarnos y colocarnos las protecciones, que ya nos acompañarán hasta el final de la ruta.

Si la primera senda de bajada es impresionante, ésta no lo es menos. Quizás más limpia y rápida, con una zona muy empinada y plagada de raíces que a punto estuvimos de remontar para hacerla de nuevo. La bajada, siempre por veredas encajadas entre los verdes helechos y los altísimos pinos, es prácticamente continua hasta Valsaín, a excepción de un buen rampón de unos 100m que encontramos después de vadear el arroyo de los Carneros. Desde Valsaín buscamos la orilla del Eresma, para acompañarlo hasta Los Asientos, donde llegamos con la amplia sonrisa y el brillo en los ojos que provoca el haber disfrutado tanto.

Una buena opcional en Boca del Asno, nos permite poner la guinda al pastel en este perfecto día de MTB.

La cara norte de la Sierra de Guadarrama

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Ya tenemos con nosotros el verano, y con él las altas temperaturas propias de esta estación. Para no defraudar, el estío nos ofrecía una previsión para su primer fin de semana récord en altas temperaturas. Ante una situación como ésta, y obviando la posibilidad de quedarnos en casa, decidimos llevar a nuestras monturas a la cara norte de la Sierra de Guadarrama, donde las temperaturas son, por lo general, más moderadas y los frondosos bosques que la tapizan nos ofrecerían una protección extra contra el sol.

Hacía 15 días que algunos de nosotros habíamos rodado por la zona, pero hay lugares como éste, donde repetir, lejos de ser un problema, es una buena opción. Pero en esta ocasión barajábamos la posibilidad de complicar algo más la ruta. La idea era incluir un bucle por La Jarosa, que aumentase en 20km la distancia y 800m el desnivel acumulado, llevándonos a unos totales de 52km y 2.000m de desnivel.

A la hora prevista, y sin tener claro aún si haríamos la ruta normal o la ampliada, salimos de El Espinar llaneando por caminos y senderos, al abrigo de los árboles, en dirección San Rafael. Estos primeros kilómetros nos sirven para poner a tono los músculos, y los hacemos de charleta y a un ritmo tranquilo, reservando fuerzas por si el calor nos permite hacer la «machada» que tenemos en mente. En poco más de media hora estamos en San Rafael, dispuestos a afrontar la primera y dura, subida del día, primero hasta el collado del Hornillo y luego hasta el cerro de La Salamanca.

A pesar de que la temperatura no es excesiva, los rampones,las piedras y las raíces que abundan en este tramo, nos van sacando los colores. Nos gustan este tipo de subidas, que aunque más duras que el ascenso por pista, son mucho más divertidas y desafiantes. De hecho, las buscamos siempre que tenemos oportunidad porque que creemos que la esencia del enduro no sólo se encuentra en las bajadas, si no también en las subidas. Tras una breve parada en el collado del Hornillo (a diferencia de otros días, sin público), afrontamos los últimos cientos de metros pedregosos para llegar al cerro de La Salamanca, donde paramos para colocarnos las protecciones y recuperar los líquidos perdidos.

Estamos a 1.700m de altura y no corre ni una gota de viento. Los árboles ya no nos protegen del sol, que a falta de 15 minutos para las 11.00 de la mañana, ya calienta lo suyo. No nos decimos nada, pero de nuestros pensamiento se va borrando la idea de alargar la ruta. Iniciamos la primera bajada por la divertida trialera que nos lleva a los pies del cerro de la Carrasqueta, lugar clave donde decidiremos por dónde continuará nuestra aventura. Disfrutamos, cada piedra, cada raíz, cada escalón… y aprovechamos el Risco del Palanco para hacer alguna foto.

Una vez consumidos los 2km de placer que nos proporcionan las piedras, paramos para reagrupar y decidir… no hay muchas dudas: el calor, la ausencia de viento que disminuya la sensación térmica y la hora a la que tendríamos que afrontar la subida de casi 10km desde el pantano de la Jarosa hasta el refugio de La Salamanca, sin apenas una sombra que nos diese un respiro, nos hace trasladar nuestra idea a una época del año más propicia.

Así que, con la decisión tomada, nos conducimos al sendero que, menos accidentado que el anterior pero con mucho flow, nos depositará en el Camping de Valle Enmedio, donde hacemos una breve parada para despojarnos de las protecciones, beber algo de agua y tomar un plátano y algunos frutos secos. De nuevo toca subir, pero también por un terreno lo suficientemente accidentado para no aburrirnos y probar la eficacia de las suspensiones y la tracción de las cubiertas. Los senderos por los que ascendemos, bien cuajados de piedras, surcos y raíces, nos conducen al Collado de la Gargantilla, donde de nuevo paramos a reagrupar y colocarnos las protecciones para afrontar el último y divertido tramo de la ruta.

Desde el collado tenemos una rápida y accidentada trialera, que nos saca una buena sonrisa y nos deja en el camino del Ingeniero. Vamos a recorrer sólo un tercio de este famosos sendero, y en sentido contrario al que se suele realizar para poder regresar a El Espinar por Pikachu. Disfrutamos por igual cada una de las tres partes de éste último tramo: la trialera de la fuente de los Arteseros, con sus piedras, surcos y pendiente pronunciada; el Ingeniero, con su continuo «sube y baja» y escoltados por los verdes helechos y los altos pinos; y Pikachu, con sus zetas, escalones y saltos.

En menos de 4 horas desde que salimos, estamos en los coches, dispuestos a tomar una buena cerveza después de 31km de ruta, en la que más del 90% del recorrido discurre por sendas y trialeras, protegidos del sol por los frondosos bosques de la zona y disfrutando de unos paisajes increíbles. ¿Se puede pedir más? Pues hombre, si gana Alonso en Valencia…

James Doerfling

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¿Valor o locura? Quizás una mezcla de ambos ingredientes…

Velocidad de vértigo por lugares realmente complicados y peligrosos, saltos que desafían a la gravedad y al sentido común, senderos que serpentean bosques cuajados de árboles, desniveles infernales por paredes casi verticales y por terrenos sin ninguna tracción, eso es lo que podemos ver en estas imágenes que no nos dejarán indiferentes.

Uno de esos vídeos que te pone los pelos de punta, con bajadas imposibles por parajes indescriptibles. Poneos cómodos y disfrutad de las imágenes y de la manera de pilotar de este rider.

Un balcón en la Sierra

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El pasado fin de semana decidimos volver a rodar desde San Lorenzo del Escorial. La zona tiene una posibilidades magníficas, la altura es propicia para la temperatura de esta época del año, las vistas inigualables y, además, contábamos con un rider que aún no conocía la zona… motivos más que suficientes para regresar por estos lares.

Son las 9.00h de la mañana, pero estamos en la segunda quincena de junio y el calor, aunque soportable, ya se hace notar. Nuestra primeras pedaladas nos dirigen al inicio de la primera de las dos subidas del día, que nos conducirá a 1.750m de altura. Este primer ascenso tiene tres partes bien diferenciadas: las zetas, un sendero estrecho, tapizado con pinaza y salpicado de piedras y raíces, con las 17 curvas cerradas que le dan nombre; la pista hasta el Malagón, en su mayor parte asfaltada; y la última subida hasta Abantos, una pista forestal que su último tramo se endurece por la pendiente y la buena cantidad de piedras que aparecen.

Gestionamos las zetas sin presa pero sin pausa, disfrutando la subida, que nos hace entrar en calor a pesar de rodar protegidos del sol por los pinos. En la subida hasta el Malagón, le damos rienda suelta a la charla, para hacer más corto el tramo de asfalto que tan poco nos gusta, aunque las últimas rampas, además de callarnos, convierten el grupo en una «fila india» con sus elementos más o menos separados. Alcanzado este puerto, el camino hasta Abantos se nos hace mucho más corto: empezamos a disfrutar de las vistas y sabemos que nos queda muy poco para empezar a gozar de las bajadas.

Parada obligada en Abantos, donde las vistas de todo el valle son impresionantes: el monasterio del Escorial y Valmayor destacan especialmente. Unos cuantos senderistas nos acompañan junto a la cruz, donde aprovechamos para hidratarnos y colocarnos las protecciones, que aunque aún no imprescindibles, si que son aconsejables. Una vez preparados comenzamos el primero de nuestros descensos, que primero nos lleva hasta San Juan por un sendero pedregoso que luego se convierte en pista. Desde San Juan la pista vuelve a convertirse en sendero, en el que comienza a asomar esas piedras y raíces que tanto nos entusiasman.

La senda nos deposita en el refugio de la Naranjera, prácticamente destruido pero situado en un lugar inmejorable, donde la paz y el paisaje se disfrutan a partes iguales. A unas decenas de metros del refugio, y escalando entre las grandes rocas, se alza uno de los «balcones» con mejores vistas de la zona: el Valle de los Caídos, La Jarosa, Guadarrama… Tras disfrutar de las vistas y hacer las fotos de rigor, continuamos el descenso. El sendero se rompe aún más y las piedras comienzan a ser más numerosas y a estar más descolocadas, lo que te obliga a extremar la precaución y soltar los frenos para no quedarte «atascado» con ninguna de ellas.

Tras el descenso, y con el típico brillo en los ojos que nos provocan estas técnicas bajadas, llegamos al campamento Peñas Blancas, desde el que llanearemos hasta alcanzar la divertida trialera que nos deposita a orillas del embalse de la Aceña. Desde el embalse hay que afrontar la segunda y última subida del día, primero por pista y después por asfalto, hasta llegar de nuevo a las proximidades del Malagón, donde buscaremos el inicio de la «perla» del día: los Vascos.

Ésta es una de las trialeras de la sierra que más nos gusta. Comienza siendo un sendero, estrecho y entre árboles, con algunas curvas plagadas de piedras donde elegir la trazada adecuada te conduce o al éxito o a «hacer un pie», de esos que tanto hieren nuestro orgullo. Llevamos una buena velocidad, interrumpida en un par de ocasiones por el respeto que debemos a los grupos de senderistas con los que nos cruzamos. Reagrupamos en cada una de los dos pistas que interrumpen la senda, para dar descanso a los brazos y a los abductores y comentar las mejores jugadas.

El último tramo se «embrutece» algo más, apareciendo escalones, buenas piedras y muchas raíces, que nos permiten terminar la ruta muy satisfechos y habiéndonos ganado las cervezas que degustamos en La Horizontal. Hay lugares que no importa visitar a menudo, y no me refiero tanto a la terraza, donde la simpatía de alguno de sus camareros brilla por su ausencia, si no a los parajes por donde hemos disfrutado durante toda la mañana.

Iago Garay en Madrid

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Varios spots madrileños han sido los elegidos para grabar este magnífico vídeo donde se puede disfrutar de la forma de pilotar de Iago Garay. Es fácil identificar en él senderos por los que tantas veces hemos rodado los riders locales: El Pardo, la Casa de Campo, la Pedriza, Navacerrada…

Senderos ratoneros, curvas, saltos, peraltes, piedras, raíces… nuestra zona es un conglomerado de todos aquellos elementos que buscamos a la hora de practicar MTB. En esta producción de Dirtyflows, y de la mano de Iago Garay, podemos disfrutar de una buena muestra de ello.

Este rider madrileño, afincado en León, nos muestra en el vídeo como gestionar, con mucha técnica y mucho flow, las diferentes irregularidades del terreno por el que rueda. A disfrutar!!