Fatbikes, bicis todoterreno para todo el año

Fatbikes Tajada

Después de la invasión de los 4×4 en las ciudades, ha tocado el turno a las fatbikes, que han comenzado la conquista de las sendas, veredas y caminos de todos nuestros montes.

Las fatbikes son bicicletas de montaña con ruedas desde las 3,8” hasta las 4,8”, que surgieron como solución a la necesidad de tener un vehículo ecológico, de fácil mantenimiento y capaz de rodar sobre la nieve, el barro, la arena y cualquier otro tipo de terreno que se encuentre en cualquier estación del año.

Rígidas, con suspensión delantera, con doble suspensión… existen modelos para todos los gustos. El generoso balón de sus ruedas aporta un plus de suspensión que nos facilitará rodar sobre cualquier irregularidad del terreno, salvando todos los obstáculos que se interpongan en nuestro camino.

Esta nueva tendencia de mountain bike es cada vez más popular en nuestro país y el número de personas que lo practican y cuentan, o quieren contar, con una de ellas en su “garaje” aumenta exponencialmente.

Son muchas las marcas que ya incorporan un modelo de fatbike en sus catálogos, y algunas marcas específicas de este tipo de producto como Sandman, Salsa, Borealis… desembarcan en nuestro mercado de la mano de diferentes distribuidores.

Nos gustan las gordas

El pasado fin de semana tuvo lugar la presentación, para la zona norte, de Sandman Bikes en Calatayud, de la mano de Tajada Bikes, distribuidor de la marca en España. En el foro de la Feria de la Pesca, Caza y Turismo de esta localidad, se enmarcaron las distintas actividades de esta nueva y divertida tendencia del mountain bike. Las fatbikes son bicicletas de montaña con ruedas mucho más anchas de lo habitual, desde las 3,8 hasta las 4,8 pulgadas, lo que les proporciona la capacidad de rodar por zonas en las que no podríamos hacerlo con una cubierta normal: arena, nieve, barro, piedras… Además, su amplio balón les proporciona una amortiguación adicional, un agarre extra y una gran comodidad de uso sobre terreno irregular.

Los bilbilitanos tuvieron la oportunidad de conocer y probar las «ruedas gordas» a través de las diferentes actividades propuestas por Tajada, que comenzaron con una presentación a cargo de Martín Campoy, rider de Sandman, sobre las diferentes aventuras protagonizadas por éste en todo el mundo a lomos de su fatbike.

A continuación se presentaron en el stand de Tajada Bikes los tres modelos de Sandman para 2016:

  • Atacama: fatbike con cuadro de aluminio sin suspensión.
  • Gobi: fatbike con cuadro de aluminio y suspensión delantera.
  • Hoggar: fatbike con cuadro de titanio y suspensión delantera.

Pero no sólo se pudo disfrutar del imponente aspecto de estas bicicletas, además se pudieron testear en un circuito construido a tal efecto, con zonas aradas, bancos de arena, escalones, saltos… irregularidades sobre las que las fatbikes de Sandman demostraron desenvolverse sin problemas.

En la siguiente jornada Tajada Bikes, organizó una ruta guiada por Martín Campoy y Flow Riders, donde expertos bikers de Calatayud pudieron comprobar sobre el terreno la diversión que proporcionan las fatbikes. El recorrido tuvo lugar en los barrancos del Piojuelo, de la Zarzuela y el Cerro de la Muñeca, un paraje inigualable tanto por su impresionante paisaje como por la fluidez de las sendas que lo recorren.

Concluida la ruta, Sandman desembarcó en Aniñón, donde se celebraba el Bike Maratón Sierra de la Virgen, para que todos sus participantes pudiesen conocer y probar, de primera mano, toda la gama de fatbikes de la marca.

Durante la feria, Tajada Bikes también mostró otra de las marcas que distribuye a nivel nacional, Bion X: kits de motorización eléctrica para la asistencia de pedaleo instalables en cualquier tipo de bicicleta, de forma rápida y sencilla.

En breve, la oportunidad de disfrutar de estas bicicletas se trasladará a Cercedilla (Madrid), donde Sandman instalará su stand de “demos” en el importante evento “Test the Best” organizado por la revista Bike y patrocinado por Shimano, los días 29, 30 y 31 de mayo.

 Os dejamos un resumen en imágenes…

Aínsa Día 3. Bajo Peñas.

Tras de ella amanece el sol, da comienzo un nuevo día; mientras despierta Aragón, firme atalaya, vigila. Ir y venir de las gentes, que recorren el Sobrarbe: la Peña sigue presente, vigilando lo que pase. Y cuando se pone el sol, sus últimos rayos besan, con su luz y su calor, a la Peña Montañesa” (José García Velázquez).

Ha comenzado nuestro tercer día en el Paraíso. Todos hemos girado temerosos la esquina hacia el ventanal del comedor para comprobar aliviados que el sol luce con desafío renovado tras la tormenta nocturna. Desayunamos invadidos por un afianzado deseo de salir a hacer nuestros los senderos de Ainsa, siempre conscientes de su pertenencia a la imperiosa Peña Montañesa que nos vigila y nos guía. Este es el escenario de la ruta elegida, la número 7, “Bajo Peñas”. La imponente montaña hace presagiar la fascinante combinación de dureza y belleza que nos disponemos a conquistar. Las pocas horas de sueño son compensadas por el ainsia de seguir explorando estos increíbles senderos. Las rutas de enduro, como las de la vida, se recorren con las piernas…y con el corazón.

La 7 es una ruta muy diversa que iniciamos atravesando el río Cinca, al que sigue una pista que conduce a un precioso sendero de exigente subida. Tras un pequeño descanso bajamos por una trialera hasta un increíble laberinto de margas. Durante todo el trayecto admiramos las imponentes vistas de la Peña. Todo un regalo para los sentidos

La ruta continúa por el barranco hasta que salimos a carretera para subir hasta Oncins, una pequeña aldea situada en las faldas de la Peña Montañesa a 1073 metros de altitud. Los campos de forraje y cereales y los cruces entre bikers y ganado, ambos recelosos ante la presencia extraña, reflejan el principal recurso económico de estos núcleos de montaña. Algunos comentan haber visto hasta plantas de purines, pero eso ya es objeto de otra crónica..

Los 12 km de descenso que siguen ofrecen una diversidad de terrenos para deleitarse en todos ellos con un flow descaradamente divertido: trialeras, senderos rápidos por bosques y tramo final por las Margas desnudas, impresionantes. Las margas son absorbentes, se esponjan, deshacen y pulverizan. Lo mismo que hacen con los sentidos de quienes las surcan.

La ruta ha sido todo un éxito. El trabajo y esfuerzo de Flow Riders obtiene su recompensa en el ruido de las risas, el choque de jarras de cerveza y las anécdotas de las que es ciertamente complicado salir ileso. La tecnología tampoco ayuda. Los detalles que la mente olvida quedan reflejados, inalterables, en vídeos y fotos que muestran cascos resurgiendo con una sonrisa entre matorrales, caídas en parado, pinchazos, derrapes involuntarios y, ante todo, reflejan el espíritu de un equipo unido que comparte su pasión por la naturaleza y el enduro.

Aínsa ha sido una experiencia increíble de esas que hay que vivir, al menos, una vez en la vida. Nada habría podido suceder si ellos no lo hubieran imaginado. En estos días no hemos conquistado estos senderos, sino a nosotros mismos.

Aínsa Día 2. País de Lobos.

Al fin llegó el esperado segundo día. El sol lucía fuerte, desafiando descaradamente a las previsiones meteorológicas. El color verde de la naturaleza, con sus mil tonalidades, desde el brillante de la hierba fresca hasta el de los helechos del bosque centenario, nos sorprendieron. El matiz verde del hotel Mesón de l’Ainsa es más difícil de definir. Todo lo contrario de lo que ocurrió con Luisa y Ramón, sus gestores, pues las infinitas dosis de amabilidad, hospitalidad y disponibilidad que han derrochado con nosotros han contribuido, fuertemente, a que los días pasados en Aínsa hayan sido verdaderamente felices.

Durante el desayuno en el comedor, compartido por un grupo de moteros, se respiraban nervios, ganas y pasión, como el color “rojo +”, que califica la ruta “País de Lobos”, elegida por los flowriders entre las 20 rutas que integran la Zona Zero. La elección no es fruto del azar, sino de un trabajo previo de investigación, de comprobación del terreno y de la adaptación a quienes decidieron unirse a esta increíble experiencia.

La ruta parte del hotel con una pista paralela al río Ara, en la que se empieza a disfrutar del paisaje. Tras unos kilómetros, y pasado Margudgued, se interna en el barranco de Sieste, y por él avanzamos sobre un lomo granítico del que el agua arranca, graves músicas, chocando y rompiendo contra ella. Los asomos de roca se alternan con inesperados tramos fangosos de jabre que al frenar la bici, aceleran la pedalada y nos recuerdan que, en ruta, uno siempre tiene que estar alerta.

Y llegaron las rampas, muy exigentes, por senderos rodeados de sabinas. Las increíbles vistas, la compañía, las risas y las ganas de alcanzar la cima diluyeron con creces la dificultad de la subida. Como en la rutina diaria, es necesario resistir la pendiente y sentir el esfuerzo, para luego disfrutar ampliamente de la bajada.  La vida nunca florece en la comodidad.

Fuimos llegando a la rampa final por subgrupos que, por tramos, siempre deben permanecer unidos. Los distintos niveles de experiencia y el fondo físico personal se ven compensados por el espíritu de equipo que siempre permanece presente. Las últimas rampas hasta Morcat resultaron increíbles. Las vistas y la cercanía del primer objetivo hacen sentir que la vida no te está esperando en ninguna parte, te está sucediendo, está aquí y ahora, en tu respirar, en el latir de tu corazón.

Morcat es lugar curioso y atractivo, un pequeño pueblo en estado ruinoso en el que destaca la cuadrada torre de su también arruinada Iglesia. Aprovechamos para charlar con los únicos tres endureros que hemos encontrado en ruta en nuestros días en Aínsa. Unas fotos, unas risas y nos ponemos las protecciones listos para disfrutar de la “ainsiada” bajada. La complejidad del terreno imprime emoción al descenso: bosque cerrado, rocas desafiantes, curvas sinuosas, trialeras rotas, algún tramo limpio…

La última parte del itinerario combina sendas, caminos ytramos en los que hay que portear la bici, bajadas por losas y terreno suelto de granito descompuesto, todo ello con mucho “flow”.

Comentar la ruta con unas cervezas es casi tan importante como la ruta misma, algunos miembros del grupo dirían que incluso más… Hemos pasado una mañana increíble de enduro. Tan increíble como el entorno, la ruta y, sobre todo y ante todo, la compañía. 

Aínsa Día 1. Bosque de Banastón.

La previsión de lluvia se consolidaba sin piedad según se acercaba nuestro viaje a Aínsa, paríso del enduro. Aunque esto supuso que hubiese algunas bajas, la mayoría decidimos que en caso de que llegara la tormenta, aprenderíamos a bailar sobre la lluvia. Y como el éxito está reservado para los valientes, durante nuestra presencia en la comarca del Sobrarbe, lo único que hizo la lluvia fue prepararnos durante la noche el terreno que disfrutaríamos durante el día.

Los bikers y sus monturas llegamos a Aínsa con el tiempo justo para hacer el «check-in» en el hotel, comer algo rápido y pertrecharnos. Queríamos aprovechar la tarde del viernes para tomar contacto con el terreno, para algunos de nosotros conocido, pero para otros inédito. Casi ya en octubre, los días son más cortos, y a eso de las 20.00h la luz natural deja de ser suficiente, por lo que debíamos realizar una ruta corta, de un par de horas, que nos resarciese de los casi 500km de coche y que no nos exigiese encender las luces.

El bosque de Banastón es una ruta asequible para aquellos que ya llevan tiempo sobre la bici. Tan solo 18km de distancia y unos 550m de desnivel acumulado, discurriendo por pistas, sendas y alguna trialera, todo ello enmarcado en un paraje repleto de sensaciones. Comenzamos dando pedales por las calles de Aínsa, con esa ilusión que aporta disfrutar de aquello tan deseado que por fin saboreas. Incluso no nos importan los primeros kilómetros sobre asfalto, que recorremos mirando a uno y otro lado, encontrando innumerables rincones donde deleitarnos.

Dejamos el asfalto llegando a El Soto y nos adentramos en el bosque de pinos y carrascas que nos protegen del sol, elemento con el que a priori no contábamos, pero que nos acompañaría durante todo el fin de semana, unas veces tímidamente y otras en su pleno esplendor. Desde el inicio de la ruta hemos ido ganando altura y divisando, desde diferentes puntos, la hermosa Villa de Aínsa. Unos cientos de metros por una descarnada pista próxima a lo que parece una granja porcina (deducimos por los aromas que desprende), nos conducen al inicio de una senda estrecha, encajada en un tupido bosque que transmite, a partes iguales, paz y misterio.

IMG_2085El sendero comienza en ascenso, para transformarse en poco más de un kilómetro en una bajada sencilla pero divertida. Paramos al final del sendero para disfrutar de las magníficas vistas del valle. Estamos a mitad de ruta, con casi todo el desnivel positivo consumido, nos cuesta aceptar que se nos esté agotando el recorrido tan rápidamente. Ya sabéis que cuando se disfruta, el tiempo pasa en un suspiro. Seguimos bajando por una pista que se transforma en trialera, disfrutando de cada una de las piedras que la tapizan hasta que nos deposita de nuevo sobre el asfalto.

Cuesta digerir el cambio, de una senda salpicada de piedras y raíces al crudo asfalto. Estamos junto a Usana, lugar donde se inicia un bucle que nos interna en el bosque del mismo nombre, bosque algo desnudo por la extracción de madera que sufrió hace algo más de una año. Pasado Usana, nos desviamos de la carretera a la derecha, atravesando unos campos de labor y buscando el último regalo que nos ofrece esta ruta: unos cientos metros por una senda, tendida pero plagada de piedras, que hace trabajar nuestras suspensiones y nos conduce hasta el sureste de Aínsa.

No fue necesario pronunciar ni una sola palabra, nuestra generosa sonrisa y el brillo de nuestros ojos lo transmitían todo: una primera toma de contacto con nuestro Paraíso, breve pero muy intensa, fiel reflejo de lo que nos deparaban los siguientes días.