Aínsa Día 1. Bosque de Banastón.

La previsión de lluvia se consolidaba sin piedad según se acercaba nuestro viaje a Aínsa, paríso del enduro. Aunque esto supuso que hubiese algunas bajas, la mayoría decidimos que en caso de que llegara la tormenta, aprenderíamos a bailar sobre la lluvia. Y como el éxito está reservado para los valientes, durante nuestra presencia en la comarca del Sobrarbe, lo único que hizo la lluvia fue prepararnos durante la noche el terreno que disfrutaríamos durante el día.

Los bikers y sus monturas llegamos a Aínsa con el tiempo justo para hacer el «check-in» en el hotel, comer algo rápido y pertrecharnos. Queríamos aprovechar la tarde del viernes para tomar contacto con el terreno, para algunos de nosotros conocido, pero para otros inédito. Casi ya en octubre, los días son más cortos, y a eso de las 20.00h la luz natural deja de ser suficiente, por lo que debíamos realizar una ruta corta, de un par de horas, que nos resarciese de los casi 500km de coche y que no nos exigiese encender las luces.

El bosque de Banastón es una ruta asequible para aquellos que ya llevan tiempo sobre la bici. Tan solo 18km de distancia y unos 550m de desnivel acumulado, discurriendo por pistas, sendas y alguna trialera, todo ello enmarcado en un paraje repleto de sensaciones. Comenzamos dando pedales por las calles de Aínsa, con esa ilusión que aporta disfrutar de aquello tan deseado que por fin saboreas. Incluso no nos importan los primeros kilómetros sobre asfalto, que recorremos mirando a uno y otro lado, encontrando innumerables rincones donde deleitarnos.

Dejamos el asfalto llegando a El Soto y nos adentramos en el bosque de pinos y carrascas que nos protegen del sol, elemento con el que a priori no contábamos, pero que nos acompañaría durante todo el fin de semana, unas veces tímidamente y otras en su pleno esplendor. Desde el inicio de la ruta hemos ido ganando altura y divisando, desde diferentes puntos, la hermosa Villa de Aínsa. Unos cientos de metros por una descarnada pista próxima a lo que parece una granja porcina (deducimos por los aromas que desprende), nos conducen al inicio de una senda estrecha, encajada en un tupido bosque que transmite, a partes iguales, paz y misterio.

IMG_2085El sendero comienza en ascenso, para transformarse en poco más de un kilómetro en una bajada sencilla pero divertida. Paramos al final del sendero para disfrutar de las magníficas vistas del valle. Estamos a mitad de ruta, con casi todo el desnivel positivo consumido, nos cuesta aceptar que se nos esté agotando el recorrido tan rápidamente. Ya sabéis que cuando se disfruta, el tiempo pasa en un suspiro. Seguimos bajando por una pista que se transforma en trialera, disfrutando de cada una de las piedras que la tapizan hasta que nos deposita de nuevo sobre el asfalto.

Cuesta digerir el cambio, de una senda salpicada de piedras y raíces al crudo asfalto. Estamos junto a Usana, lugar donde se inicia un bucle que nos interna en el bosque del mismo nombre, bosque algo desnudo por la extracción de madera que sufrió hace algo más de una año. Pasado Usana, nos desviamos de la carretera a la derecha, atravesando unos campos de labor y buscando el último regalo que nos ofrece esta ruta: unos cientos metros por una senda, tendida pero plagada de piedras, que hace trabajar nuestras suspensiones y nos conduce hasta el sureste de Aínsa.

No fue necesario pronunciar ni una sola palabra, nuestra generosa sonrisa y el brillo de nuestros ojos lo transmitían todo: una primera toma de contacto con nuestro Paraíso, breve pero muy intensa, fiel reflejo de lo que nos deparaban los siguientes días.